Por primera vez desde que encendió el motor de la temporada, el 30 de septiembre, podrá el Baskonia -como los otros tres clubes de la ACB inmersos en la noria de la Euroliga- vivir dentro de un relativo y virtual balneario. No en el sentido ... absoluto, desde luego, porque Joan Peñarroya aprovechará para pulir cuestiones concretas en los entrenamientos y los servicios médicos se afanarán en las recuperaciones físicas de Enoch y Hommes. Pero, al menos, la ruleta dejará de girar del modo alocado en que lo ha hecho hasta ahora.
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Se trata de un simple resuello por los compromisos internacionales de las selecciones, pero un paréntesis al fin, después de disputar catorce partidos oficiales en el estrecho espacio temporal de cuarenta y tres días. Siete duelos domésticos y otros tantos continentales. Incluida una semana de tres citas (19, 21 y 23 de octubre) que el equipo vitoriano superó con una nota próxima al sobresaliente tras ganar de manera irrebatible al Estrella Roja, caer con la frente bien alta ante el Olympiacos y el rotundo remate a un Real Madrid post-Laso sumido ahora en las dudas. Vayan algunos apartados a modo de balance antes de volver a la centrifugadora.
Durante este mes y medio escaso ya ha mostrado el conjunto que adiestra el técnico catalán su empeño en desempolvar el célebre lema sobre el 'carácter Baskonia' que iba mucho más allá de un ingenioso señuelo comercial. Durante la etapa moderna del club, el cuadro de Betoño se anotaba muchos partidos y en los otros había que derrotarle. Nada de claudicaciones por adelantado. Pero el descorazonador inicio de la pasada campaña, demasiados meses en realidad y sólo redimido por el acceso a las semifinales de la ACB, deparaba la impresión de que el gen competitivo azulgrana permanecía en alguna balda de los objetos perdidos.
Ahora el bloque vitoriano vuelve a anclarse a cada cita sin renuncias previas ni fatalismos. Al contrario. Salvo por la pésima imagen en Villeurbanne, el grupo alavés enseña muescas profundas en su haber (Real Madrid, Valencia y Maccabi sobre todo) y hasta en la columna del debe se localiza el orgullo intacto tras la derrota ante el Olympiacos tras un gran partido.
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Una de las mejores conclusiones que cabe extraer de una escuadra alude a la identidad. Saber a qué juega, independientemente de que los tiros entren o no o que el acierto se maneje con sus códigos a veces caprichosos. Y los catorce compromisos oficiales descubren un estilo azulgrana reconocible y coherente de la configuración del plantel en verano al modo en que sus integrantes se mueven sobre la cancha. Una especie de compatibilidad entre la idea prefijada por la dirección deportiva y el deseo del entrenador. Así, el Baskonia construido para correr y tirar, que mira al aro de frente y apenas le ofrece la espalda, dinámico, amante del campo abierto, móviles los hombres sin la pelota, buenas circulaciones de unas manos a otras y el triple como arma de destrucción masiva. Todo ello a partir de las responsabilidades individuales defensivas, los cambios automáticos tras los bloqueos y el intento -con más o menos fortuna- de disimular la carencia de un ogro interior.
El verano destapó las despedidas de tres hombres importantes. La capitular de Fontecchio con rumbo a la NBA, la de un Baldwin a quien se pretendía renovar y la consentida de Peters. Seis semanas bastan para asumir que la entidad de Zurbano ha acertado en las contrataciones de Thompson, Howard y Kotsar por encima de todo. Con el respeto debido a Díez, el último jugador en minutos, y de Hommes, un 'cuatro' abierto de alta capacidad anotadora.
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Darius, 'el base', es el líder discreto e indiscutible a la vez por su capacidad para nutrir a los pívots en los bloqueos y continuaciones, su afán atrás, la calma y también sus puntos en tiros abiertos o penetraciones verticales. El menudo escolta figura en la categoría de los fenómenos diferenciales, un microondas de impacto súbito, un goleador indomable a través de triples continuados y hasta inverosímiles. Y el pívot estonio, en cuarto creciente, abre su catálogo de recursos cerca del aro. A los dos últimos se les reclama mayor trabajo defensivo y rebote, respectivamente.
Tres componentes de la plantilla azulgrana identificarán el inicio de esta campaña con un amanecer. Giedraitis, oscurecido por la sombra alargada de Fontecchio, se ha tomado muy en serio la capitanía. Esta versión poliédrica 3.0 del alero lituano -su tercer curso en Vitoria- corrige y aumenta su buen lanzamiento al mercado azulgrana (1.0) y supera por mucho la alicaída temporada anterior. Ahora aporta en múltiples facetas, desde el afán defensivo a los triples que se le piden más los rebotes y la visión del juego en forma de asistencias. Marinkovic, tras un ejercicio pasado decepcionante, justifica en éste las razones por las que tanto le adulaban en la edad juvenil y contribuye con mayor presencia atrás, buenos tiros exteriores e implicación con la causa común. Y Peñarroya ha devuelto la lógica a su sitio por el 'retorno' de Sedekerskis tras su involución a las órdenes de Spahija. De soldado universal con Dusko a nada con Neven, ya pide paso de nuevo en la orden del mérito.
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