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Son unos genios del márketing. Hay que reconocerlo. Los yankees venden como nadie. Les basta un nombre con gancho -y March Madness enamora- y una producción monumental, faraónica, para que medio planeta esté pendiente de sus pasatiempos. Porque toda esta historia no deja de ser ... un play off por el título de una liga amateur. Claro que menuda liga y menudo play off. Un total de 68 equipos son los invitados a un final de curso frenético, que entre el 21 de marzo y el 8 de abril, como en los 'Inmortales', va cortando cabezas hasta que solo quede un campeón.
A los que pisamos, a ratos, la UPV se nos hace imposible imaginar la trascendencia de esta competición, pero los estadounidenses llevan la facultad en el corazón. Son cuatro años mágicos que les marcan e hipotecan de por vida. Lo explica Gonzalo Bedia,un gijonés que ejerce de segundo entrenador en los Saint Louis College of Pharmacy y que es uno de los analistas de la NCAA más reconocidos en España. «El gran baile, como también se conoce al March Madness, es el colofón a una temporada que arranca con una liga regular asimétrica entre representantes de las 32 divisiones que componen la Div 1 de la NCAA» , explica.
-¿Pero cuántos equipos universitarios hay en EE UU?
- En Div 1, 347.
-¿En Div 1? Casi 350 equipos, con 12 jugadores cada uno... Unos 4.200 jóvenes deportistas. Eso sí que es una cantera.
-Inmensa. Y luego está la Segunda división, que tiene otros 313 equipos, y la Tercera, con 448.
-Pues ya vamos por los 13.300
-Después hay otra organización paralela a la NCAA que se llama NAIA, que es en la que yo entreno. Ahí tenemos dos divisiones que suman 238 plantillas más.
Así que el negocio en torno a este monstruo que llaman baloncesto universitario es sideral. Porque los chicos tienen terminantemente prohibido cobrar por jugar -salvo por las becas-, pero generan millones de dólares. En atención mediática, en pabellones llenos para verles jugar, en equipaciones, cuerpos técnicos, observadores, representantes...
De aquí surgen las futuras estrellas de la NBA. Hay universidades con más nombre que algunas franquicias profesionales. Duke, cinco veces campeón, tiene este curso a los tres mejores jugadores del momento: Zion Williamson (¿el próximo LeBron?) RJ Barrett y Cam Reddish. Luego está North Carolina y sus 6 campeonatos (allí jugó Jordan), Kentucky (8)... Son los actuales favoritos con permiso de Gonzag. Ninguno a la altura histórica de UCLA y sus once ligas, tres durante la dictadura de Alcindor, cuando el después conocido como Kareem Abdul-Jabbar reventó todos los registros.
Son incontables las anécdotas. El llamado Partido del Siglo, en 1968, es imposible de olvidar en Estados Unidos. Y eso que no fue en los play off. Fue el 20 de enero. El invicto Lewis Alcindor se enfrentaba a los Houston de Elvin Hayes, con 52.693 espectadores en el Astrodome. El primer partido universitario que se retransmitió por televisión. Fue el día en que Kareem se lesionó la córnea y cuando empezó a jugar con gafas.
Jalen Jones
Es historia viva., como la gran final de 1979. Dos equipos 'menores' en la historia de la liga. Michigan State contra Indiana State. Magic Johnson contra Larry Bird. ¿No hay que contar más, verdad?
Menos conocido por el gran público, pero más interesante y cercano para nosotros, es el cruce de segunda ronda de 2016 entre Texas A&M y Northen Iowa. Es posiblemente la mayor y más espectacular remontada que se recuerda. A falta de 44 segundos, los Aggies (así llaman a los tejanos) perdían por 12 puntos contra los Panthers, la Cenicienta de aquella temporada. «Fue algo muy grande», rememora uno de los grandes protagonistas de esa épica victoria. «Era mi último año en la universidad, me graduaba. Si perdíamos, se acabó. No volvería a jugar con aquella camiseta», explica Jalen Jones. «Ya sé que no somos profesionales, que no cobramos nada, pero era una cuestión de orgullo. Llevamos un nombre en el pecho al que hay que honrar. Aquellos fueron los mejores años de mi vida. Esa tarde, posiblemente, el mejor día que he vivido», reconoce el ala-pívot del Baskonia.
EL CORREO reunió en el Buesa Arena a Jalen Jones y a Tavario Miller, jugador del LEB Plata azulgrana, que era uno de los jóvenes en aquel equipo que hizo historia para la universidad de pública de Texas. Insignia de la educación en ese Estado. Con más de 50.000 alumnos, es la sexta más grande del país. Allí, Jones y Miller son héroes. «Fue increíble. Ver a estos chicos en el campo luchando así. Yo estaba en el banquillo, pero muy contento por ellos. Solo pensábamos en que era posible, en apoyarles en todo». Para el que no conozca el resultado, los de Jalen y Tavario vencieron después de disputar dos prórrogas. La locura, el día más loco del March Mardness.
«La gente se iba ya del pabellón, pensaban que estábamos muertos, pero regresamos. Remontamos diez puntos en menos de treinta segundos», aún se emociona Jones al recordarlo.
-Usted fue clave en ese minuto final. Un triple, dos robos, un mate...
-No. Fue un esfuerzo del equipo. No había tiempo para anotar. Estábamos ahí con la cabeza baja. Era duro el resultado. Ese año habíamos ganado la Southeastern Conference -una de las 'Power 5'- y teníamos la expectativa de hacer algo grande. Quisimos darlo todo. Ellos cometieron muchas pérdidas y los ejecutamos. Ganar después de dos prórrogas fue una pasada.
Y es que la trascendencia del baloncesto universitario no se comprende en Europa. La NCAA, como competición de formación, podría equiparse -a años luz- con nuestra LEB Plata. Su influencia, en cambio, es de otra galaxia. «Viven bajo una constante presión. Si no ganas, si no cumples objetivos, te traspasan, el entrenador se va a la calle», reconoce Miller. «No puedes relajarte nunca. Se trata de sobrevivir y avanzar», apunta Jones. «Realmente es como ser profesional», coinciden. «La LEB Plata está bien. Yo estoy muy contento aquí, pero creo que se podría promocionar más. En nuestros partidos no hay casi nadie en las gradas». «En USA, cuando tenía 19 años ya era normal ver a 6.000 personas en el pabellón. Los partidos se dan por la tele. Podrían generar más negocio si lo promocionaran mejor. Trabajamos bien cada día para hacernos mejores jugadores, el club nos ayuda mucho, pero el baloncesto de formación en Europa y en América es muy diferente», lamenta Miller. «A la gente le gusta el baloncesto en España, pero solo el de élite. Euroliga, sí; ACB, bueno, el resto... Igual es que el fútbol lo tapa todo. Aman el fútbol y van a ver basket».
Tavario Miller
Es el March Madness, una locura de la que tenemos a dos supervivientes en Vitoria y que pase lo que pase con sus carreras nunca lo podrán olvidar. Jones ha jugado en la NBA, en los Cavaliers, pero muchos le paran en la calle por aquel partido y no por su paso por los Cavs. «Regresé en verano a la A&M. Me emocionó ver que los nuevos alumnos conocen el partido y todavía se habla de él. Es un recuerdo imborrable. Cuando se cumple el aniversario, el móvil no deja de pitarme con vídeos en Instagram, menciones en Twitter y whattsapps», insiste Jones.
Y eso que fue una gloria efímera. «El siguente partido, el del Sweet Sixteen -otro nombre con tirón para vendernos los dieciseisavos-, lo perdimos. Salimos sin la energía suficiente después de aquella locura. Ahí se me acabó la universidad».
El gran baile de 2019 tendrá una importante presencia española. En el March Madness femenino, porque hay liga de ambos sexos, hay once jugadores y un entrenador, Xavi López, que está como asistente en Oregón. En la Div 1 masculina, los focos son para Joshua Tomaic (Lanzarote, 1998), que juega en Maryland, e Iván Aurecoechea (New México State). El madrileño quedó eliminado en la primera ronda al perder con Auburn (78-77). Tuvieron un triple para ganar. Perdieron por los tiros libres fallados. Hay cosas que son iguales a ambos lados del océano.
El que podría incluso celebrar un título es Jorge Sanz, entrenador asistente en Gonzaga, la segunda en el ranking por detrás de Duke. El cuadro de competición -'bracket' le llaman- se parece mucho al de un abierto de tenis, con los mejores en las esquinas.
Entre las chicas, Maite Cazorla (Oregón) y Paula Valiño (Iowa) son las que tienen mejores compañeras y más lejos deberían llegar en la locura de marzo. La internacional Iris Juno (Arizona St), Ana Tainta y Andrea Martínez (Portland St), Blanca Millán (Maine), Esther Castedo, Laura CArrasco (Robert Morris) y Marta Hermida y Sofía Galerón (Boise St) son el resto de participantes. Iho López, lesionada, se pierde la cita a la que sí ha accedido su equipo, Florida St.
Para los amantes de las paradojas, Lousville, el equipo que encumbró Rick Pitino (el del Panathinaikos, sí) y que le terminó echando por un escándalo sexual, ha sido eliminado por su hijo, Richard, que entrena a Minnesota desde 2013.
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