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La modernidad del baloncesto llevada al extremo de la cuerda. Quizá se trate de la primera conclusión que aficionadas y seguidores del Baskonia puedan deducir al conocer que el club cierra, con el fichaje de Enoch, la plantilla que defenderá sus intereses durante la campaña ... 2021-22. Salvo sorpresas de última hora y una vez amarrada la relevante permanencia de Giedraitis, toquemos la madera antigua de los tableros, el club azulgrana se ha recompuesto de un modo que suena bien tras cambiar por devoción o a la fuerza la mitad larga de sus piezas. Agur a Henry, Vildoza, Dragic, Polonara, Jekiri, Fall y Diop. Ongi etorri a Baldwin, el retorno de Granger, Marinkovic, Fontecchio, Costello, Knoko y Enoch.
Queda la sensación de abrazar los nuevos tiempos que santifican la polivalencia de los jugadores o la disyuntiva poco recomendable de quedarse el equipo varado en el puerto mientras los navíos de amplia eslora navegan a mar abierto. Y que dentro de esas estelas de agua salada, la entidad alavesa opta por embarcarse en la pasarela de versatilidad y la moda. Muy atrás quedan ya en el tiempo las demarcaciones-estanco por las que los bases creaban, los aleros producían desde fuera y los pívots aprovechaban la ley de la gravedad para coger las manzanas caídas del árbol. El baloncesto de hoy -una forma de hablar porque lleva imperando años- prima la intensidad, diluye las fronteras entre los puestos y aboga por los cambios automáticos en defensa. Una tesis que exige el manejo de varios códigos a cada guerrero. Un tratado que apadrina Dusko Ivanovic con su catecismo a ultranza de dejar sin resuello al adversario.
Tal vez la zancada de siete leguas de Sedekerskis que abrió surcos sobre el parqué -habrá de lanzar más de fuera este año para satisfacer el deseo del mariscal- encarne buena parte de cuanto pretende el entrenador montenegrino. Y obre, además, como el espejo donde deberían de mirarse sus compañeros canteranos y bálticos Kurucs y Raieste si quieren atornillarse al plantel más allá de cumplir la premisa de los cupos formativos. Porque Tadas muestra el ansia de progreso que valora cantidad un técnico tan exigente como justo con su tropa y la eficacia de una navaja multiusos, capaz de desenvolverse entre las plazas 'dos' y 'cuatro'.
Parece un grupo diseñado para colmar el empeño del preparador de Bijelo Polje por una vuelta más de tuerca en su apuesta por el juego muy físico -diferencia sustancial entre las entidades que disputan la Euroliga de las que no- y la velocidad de unas transiciones supersónicas que cobran al rival el precio actual de la luz. El mensaje que esta opción vital envía a los adversarios queda claro: o siguen el ritmo abrasivo que propone el Baskonia, capaz de abrir simas de puntos en apenas dos minutos, o revientan. Deportivamente hablando, claro.
De ahí que no causaría sorpresa a partir de mediados de septiembre el empeño de Ivanovic por alinear juntos a dos bases y otros tantos ala-pívots -fórmula muy utilizada la temporada anterior- y variantes a las que cabe unir la coincidencia de los 'treses' (Giedraitis y Fontecchio) o de una pareja de 'cincos'. Todo encaja si sirve para incrementar el irrenunciable termostato defensivo, convertir la cancha en un módulo de velocistas y mover la pelota con celeridad frente a contenciones organizadas.
Cierto que los 'unos' destacan más en el manejo del estoque que por la labor de carteros, pero a estas alturas de la película quedan pocos bases directores puros de los de antes. Tal vez Marinkovic cubra el hueco de escolta anotador que dejó la prematura salida de un Carrington que ni siquiera debutó en compromisos oficiales con la camiseta azulgrana. ¿Los aleros? Pocos clubes en Europa presumen del dúo que forman el lituano y el tirador de Pescara.
Teniendo en cuenta bajas tan sonoras como las de Henry y Polonara -qué dos patas para el banco turco-, el desatascador Dragic como sexto hombre y Vildoza flota la imagen de una buena reconstrucción. Hasta que el parqué valide la propuesta o la coloque en la balda donde se apilan los entredichos.
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