Hay un punto en las sorpresas que tiene un especial interés: el momento en el que dejan de serlo y se convierten en una nueva y sólida realidad. Es como que la verdad se asienta en sí misma y traspasa el lado emocional para convertirse ... en racional, juntas y al unísono. Es el momento del «es así y va a ser así». La mueca boquiabierta se transforma en el asentir constante, en eso que constata lo que es y que además perdura y madura.
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El As Mónaco ya no es una sorpresa. Lo comentamos en su día, de novatos nada. Y menos cuando vemos el rendimiento que da una plantilla construida para competir y ser constante en su puesta en escena, donde las piezas que tienen que destacar lo hacen y otras alzan también su cabeza. Cierto es también que para que esa solidez fuera ligando como las salsas de un plato, hubo que tomar una decisión drástica, como la salida de su entrenador Mitrovic y la llegada de Obradovic al banco: misma fuente balcánica en su formación, quizá más condescendiente con las figuras y más ordenado en sus decisiones.
Y sus jugadores responden a la perfección. Con su llegada, el balance de victorias demuestra que la apuesta se transforma en realidad y que enfrentarse a ellos requiere de un esfuerzo extra porque la plantilla se reconvirtió en equipo, las individualidades brillan cuando deben hacerlo y el equilibrio en el campo va relacionado con el compromiso en defensa. Todo ello ha provocado que el juego del Mónaco progrese en una línea mayor que la de su vecino francés, que a medida que la competición ha avanzado, ha disminuido. No es el caso de los monegascos, que siguen progresando y ahora tienen la mirada puesta en ese escalafón de privilegio que tiene que ver con la máxima competitividad y los deseados enfrentamientos del Top 8.
Podríamos pensar que es cosa de Mike James, pero no es así del todo. Si algo está demostrando el base en este periplo por Mónaco es que se trata de un jugador con más habilidades que las meramente individuales, con más inteligencia en su juego y sobre todo con un soporte más colectivo del que creíamos. Es cierto que lidera muchos registros en sus estadísticas, porque es uno de los referentes de toda la Euroliga sin duda. Pero sabiendo eso, él mismo está poniendo a prueba su capacidad de involucrar al resto de compañeros en una misión común y compartida: «vamos a por todas y solo no lo voy a conseguir». Es querer demostrarse y demostrar al resto del básquet europeo que 'lo suyo' no es cuestión de egocentrismo sino de aportar todo en un equipo que compita por todo.
Tanto es así que nos encontramos con un Thomas en sus mejores momentos de etapa profesional, un '4' silencioso que ayuda al equipo y tiene su cuota de responsabilidad, madurez y equilibrio en el juego. Motiejunas, desde el '5' para asentar el juego interior con su físico, su capacidad de pase, hasta su tiro de tres puntos. Hall, que tiene la complicidad de James siempre por encima del aro, en ataque y en defensa. Diallo, para convertirse, este sí, en una de esas sorpresas de la temporada en la Euroliga en el puesto exterior, cubriendo la baja de Andjusic sin problema, al igual que Bacon, sólidos y físicos pero con calidad en su juego. Y Lee y Westermann, que cubren perfectamente el descanso de James cuando pasa al '2' y ellos se encargan de manejar el ritmo desde el base.
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Y para todo lo demás, James. Que se regula, que mide su esfuerzo, que toma decisiones, que busca complicidades en su equipo y que acaba, cuando lo decide, por marcar la diferencia de un equipo que quiso serlo y que lo está consiguiendo.
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