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No fue una rueda de prensa, fue un ruego implícito. Pablo Laso hizo en Lugo un último intento por sacar a los jugadores de su ... posición acomodada. «Es muy frustrante para el entrenador cuando mandas una jugada, y juegan otra. O en defensa dices 'no hagas esto' y lo hacen...», aireó.
La impasibilidad pública con la que hasta la fecha había manejado el mal devenir del Baskonia quedó interrumpida. Desesperado por la inacción y la falta de tensión de su plantilla en cada inicio de partido, especialmente en la ACB, el técnico optó definitivamente por exponer en público la sensación que durante muchos meses llevaba transmitiendo su equipo: la de un vestuario difícil de gestionar y en el que la química, al menos con el entrenador, no termina de germinar. Un mal con difícil cura.
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Las proporciones de semejante acusación a sus jugadores, según las fuentes consultadas, se podrán evaluar con el tiempo. En el corto plazo, parece que sus integrantes se han visto menos sorprendidos por los reproches del exalumno de San Viator que el resto de la esfera pública. Sus palabras no deben de sonarles nuevas. Son varias las ocasiones esta temporada en las que se les demanda más esfuerzo, más atención, más compromiso, más defensa; menos fallos.
3 veces
son las que el técnico ha demorado más de media hora su comparecencia para reunirse con los jugadores. Alzó la voz y pidió más compromiso tras los descalabros de Andorra, Mónaco y Girona. Ahora ha optado por el reproche público.
32 derrotas
suman los azulgranas en 57 partidos, por solo 25 victorias. Incapaces de ganar tres partidos seguidos en lo que va de curso.
Los errores a los que tantas veces ha aludido Laso en sus comparecencias, y a los que volvió a referirse sobre los dos últimos minutos del choque ante el Breogán, son el principal motivo por el que el grupo de baloncestistas ya se han sentido bajo sospecha, según las mismas fuentes. A los problemas de juego del equipo se les suman los ya confesados de mando del preparador alavés, incapaz de comprender por qué las equivocaciones y las desatenciones no terminan de solucionarse. Ni por qué no logra hacer ver que los partidos duran 40 minutos.
«No lo entiendo», repitió en hasta ocho ocasiones en la sala de prensa del feudo lucense. Al técnico se le preguntó si está cansado de enfadarse. Eludió la réplica, quizás apresurado por tener que coger un vuelo que despegaba en escasos minutos. Pero sí dejó una cosa clara. «A mí no me importa cuántos puntos ha metido cada uno, a mí me importa el equipo», recalcó. De esta forma, afronta los últimos once partidos de la fase regular (dos de Euroliga y nueve de ACB) presionado por todos los frentes: exigido por la directiva, que le pide resultados, coartado por el vestuario y examinado con extrañeza y desilusión por una afición que tampoco entiende nada.
Con la llegada de Pablo Laso, se esperaba un Baskonia completamente distinto al de la temporada pasada. Una de sus misiones era la de magnificar los recursos de la plantilla. «Si tienes 73 partidos, tienes que intentar que todos los jugadores aporten, lo necesitas», aseguró Félix Fernández en su balance del curso anterior. Fue el preludio del hasta la fecha último adiós de Dusko Ivanovic. Pero su sucesor ha seguido un camino similar. Seis jugadores superan los 23 minutos de juego en la ACB, los mismos que más juegan en la Euroliga. Mientras tanto, todas las voces aseguran que así es muy difícil compaginar las dos competiciones. Tanto a nivel físico como mental. La justificación del técnico es una cuestión de confianza y apreciación sobre una plantilla cuya confección no le convence.
Las claves.
Entre la «reflexión» y el «mejorar quitando». Entre sus múltiples comparecencias, ha pedido «reflexionar a todo el mundo», ha dejado claro que le gustaría que su equipo jugase más rápido y que para él, «a veces las plantillas mejoran quitando».
Sin sustituto ante la baja de Baldwin. El club mira al mercado para espolear al equipo. Sin embargo, las fuentes consultadas hablan de que es improbable la llegada de un sustituto del base, que podría estar de baja lo que queda de mes.
Pese a los cambios de quintetos de Laso, que durante meses usó a la pareja Moneke-Hall y ahora rara vez los junta en la pista, que utiliza más a Sedekerskis en las zonas interiores, le otorga galones a Cabarrot en la creación de juego y parecía tener definidos los roles sobre la pista, el equipo no ha acabado de funcionar. A las decepciones en los dos primeros parciales, la Copa y la Euroliga, les acompaña una losa similar. Al Baskonia le falta tensión competitiva, concentración y una mejor comunicación entre sus jugadores, sobre todo en defensa.
Hay quien reclama más mano dura. 'Lasinas' y castigos. En el Real Madrid, solo en su última temporada tuvo que tomar medidas y sancionar a Heurtel y Thompkins por cuestiones extradeportivas. Su alabada gestión siempre fue más ligada a la mano izquierda, con broncas puntuales, mientras tenía el apoyo de sólidos pilares: Sergio Llull, Rudy Fernández, Felipe Reyes... La figura del entrenador es el eslabón más débil en todos los clubes, pero se eleva al cuadrado en Vitoria.
El club mira al mercado para espolear al equipo. Sin embargo, las fuentes consultadas hablan de que es improbable la llegada de un sustituto del base, que podría estar de baja lo que queda de mes.
En los tiempos que corren, en el Buesa Arena no hay margen para que los fichajes salgan mal. A lo sumo uno. La diferencia presupuestaria con el conjunto blanco es abismal y no hay opción de hacer grandes modificaciones sobre la marcha. «Soy de los que piensa que a veces las plantillas mejoran quitando», lanzó en diciembre. El movimiento fue fichar a Luka Samanic, tanteado desde verano. Mientras, la baja de Kamar Baldwin parece que no va a venir acompañada de ningún remiendo, según ha sabido este periódico. El club ojea el mercado, pero las posibilidades son exiguas.
Entre su particular dominio de la ironía, hay otros mensajes de Laso sin respuesta. A principios de octubre pidió «reflexionar a todo el mundo», ha dejado claro que le gustaría que su equipo juegue más rápido, no tuvo reparos en asegurar que a Ousmane Ndiaye le «faltaban muchas cosas» y sólo destaca individualmente de sus jugadores cuando alguno se muestra sólidez en el juego. Su mayor reclamo.
En hasta tres ocasiones se ha reunido con la plantilla, tras los descalabros de Andorra, Mónaco y Girona. Las fuentes consultadas hablan de cónclaves en los que el técnico alzó la voz y pidió un mayor compromiso a sus jugadores, que se dedicaron a escuchar. «Si me dicen sí a todo y luego no lo hacen… ¿Para qué vale? No me voy contento por pegarles cuatro gritos si luego no lo entienden», explicó tras el primero. A tenor de los resultados, su discurso parece no haber alcanzado a la totalidad del equipo, compuesto de personalidades complejas y muy distintas entre sí.
Sus últimas declaraciones generan discusión entre los que otorgan una mayor responsabilidad de los malos resultados al equipo y los que se decantan por el técnico. El debate está servido y la dirección deportiva, también señalada, deberá tomar parte a final de curso.
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