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Allá por 2016 reinaba una bendición dentro de la zona y también abierto al perímetro que respondía al nombre Ioannis y al apellido Bourousis. Un gigante con alma de base, fundamentos de pívot y sabiduría espacial que junto a Darius Adams ocupó puesto en el ... mejor quinteto de la ACB. El típico hombre que simplificaba con naturalidad lo difícil. Viéndole, el baloncesto parecía sencillo cuando confluye tal densidad de músculos y cuerpos atléticos en un espacio reducido que clama por ampliar los límites encorsetados de la cancha.
Hubo que esperar hasta la irrupción de Vincent Poirier, un 'cinco' de corte muy diferente al del griego. Bastante menos técnico que el heleno, por supuesto, pero más proclive a jugar cerca del tablero y por encima del aro. El francés, como tantos componentes que han lucido el escudo del carnero, utilizó en el buen sentido el trampolín azulgrana para propulsarse a la NBA. De un tiempo a esta parte, y sin menoscabo alguno en el comentario, ejerce de aguador de Tavares o de relevo del caboverdiano -poste diferencial en Europa- para doce minutos. En Vitoria, el galo cumplió de sobra y se coló con argumentos dentro del segundo quinteto del torneo doméstico.
Entre Poirier y las convincentes sensaciones que ha dejado Maik Kotsar después de su primer curso baskonista hubo demasiada travesía a través del desierto en forma de 'cincos'. Como puente entre aquellos esplendores y esta realidad aparece la figura de Johannes Voigtmann, grandote poco partidario de los contactos y dueño de una muñeca privilegiada. Y siempre, durante ocho ejercicios hasta 2021, ese Ilimane Diop que parecía olvidar cada otoño cuanto había aprendido en primavera.
Cierto que la entidad de Zurbano cuenta desde hace dos temporadas con la intimidación taponadora de Matt Costello, un híbrido dentro de este baloncesto líquido entre las posiciones del 'cuatro' y el 'cinco'. Pero hasta el advenimiento el último verano de Kotsar, el balance interior azulgrana registra cinco pinchazos en hueso. Dejando aparte las aportaciones voluntaristas de Yanni Wetzell, llegado el curso anterior como parche temporal.
Escribir que Youssapha Fall, Michael Eric, Tonye Jekiri, Landry Nnoko y Steven Enoch no han salido a hombros del Fernando Buesa Arena suena a calificación suave. Lo cierto es el presunto 'anti-Tavares' asustaba la mitad de la cuarta parte y nunca fue santo de la devoción de Dusko Ivanovic. Tampoco cuajaron los dos nigerianos, aunque Jekiri ha explotado su carrera de jornalero luego en clubes relevantes. Ni, desde luego, ese Nnoko que antecedía a Enoch en las rotaciones del marical montenegrino hasta el relevo en el banquillo de Betoño mediante la reposición de Neven Spahija y la posterior salida del 'cinco' camerunés por un expediente disciplinario.
Había esperanzas puestas sobre la espalda ancha de Enoch, pero el estadounidense de pasaporte armenio -el pívot de mayor talento individual dentro de las decepciones- ha personificado la involución por sus enormes carencias defensivas. De ahí que se aguarde con ganas el hipotético fichaje de Khalifa Diop con el dinero que deja Thompson. Todo por formar un dúo relevante junto a Kotsar, sobre todo si a Costello le seduce un movimiento geográfico que rente al Baskonia.
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