Tiene que ver con la herencia pasada, la de seguir un camino que no solo refuerza tu identidad sino que sea la vía a seguir para competir mejor. El aprendizaje de los rendimientos pasados para enfocar el futuro viene también por esa capacidad de mantenerte ... en aquello que fuiste, en lo que eres y en aquello por lo que te gustaría ser reconocible en todo momento. Más si eres un equipo asentado en la tradición serbia, la de aquella Yugoslavia que deslumbraba por la mezcla de talento y pasión.

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Belgrado representa una manera propia de entender el baloncesto, donde el talento tiene su cabida aunque venga de otros lares y donde tiene que palparse ese carácter único según cruzas la puerta de su Stark Arena. Allí se comprende que el talento sin trabajo no tiene recompensa y en ese nivel de exigencia es donde quiere moverse el Estrella Roja. Su regreso a la Euroliga fue una firme declaración de estos principios, el año pasado reunió jugadores que atesoraban estos dos pilares y esta temporada comenzó su andadura con Dusko Ivanovic y con varios jugadores que reunían estas características.

Pero la competición exige de tal manera que no entiende de esperas, donde la paciencia apenas dura diez minutos tras la bocina final del partido, y así fue como Sfairopoulos llegó para enderezar un camino que no era transitado al unísono por sus protagonistas. La identidad de Estrella Roja reside en el talento de sus jugadores exteriores en especial y el trabajo físico del resto, que acompañan las ventajas que se generan desde fuera para tener suficientes alternativas. El exterior se describe por su dominio del 1x1, por su tiro desde más allá de la línea de tres puntos y por forzar superioridades para que otro compañero se beneficie. Después, la intensidad se sitúa en primera persona tanto en la defensa como en el ritmo de partido. Si juegas contra Estrella Roja sabes a qué te enfrentas.

Teodosic es de ese tipo de jugadores por los que merece la pena pagar una entrada. Encarna este dominio del talento exterior como pocos, deslumbra con destellos que pocas veces llegas a entender, como la magia, pero esta intensidad que exige la Euroliga le pesa cada vez más. A su lado Nedovic refleja ese recorrido por esta manera de interpretar el baloncesto, pero se queda con el interrogante de si es en realidad el líder que necesita un equipo así. Napier, Dos Santos y Giedraitis suman talento exterior a estos dos puntales. Hay un Estrella Roja con o sin Teodosic, al igual que con o sin Giedraitis, que le aporta equilibrio al equipo cuando escasea la irreverencia del talento.

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En el otro extremo radica la intensidad, el esfuerzo, la rapidez y esa pasión que agita los físicos del resto del equipo. Mitrovic se ha convertido en un fijo cuando el equipo necesita un paso más. Con Bolomboy en el campo la capacidad física aumenta y con Tobey se añade una referencia más de garantía en ataque. Davidovac, Lazarevic, Simonovic junto a Lazic en ocasiones, tratan de elevar este listón de exigencia para que el equipo tenga esta pizca más de agresividad propia de la herencia de su pasado. A veces decisiones basadas en egos lastran el rendimiento colectivo, pero cuando van en la misma dirección, sobre todo emocionalmente, es un equipo que te disputa desde la incomodidad y puede superarte desde la explosividad del talento.

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