Un plan con Mike James; otro sin él

El AS Mónaco tenía un plan desde hace algunos años: no depender tanto de Mike James para ser más competitivo. Es cierto que el impacto de James en la competición ha sido muy importante pero se demuestra una vez más que el baloncesto sigue siendo un juego de equipo y de minimizar errores. Con James, más allá de su espectacularidad y su peculiar personalidad en pista, los rivales ponían su foco de atención sobre él, pero una vez atado en corto, Mónaco necesitaba más argumentos para competir con más garantías.

Tanto es así que, con la conformidad de su chequera, fue complementando el personaje de James con otros jugadores de valía contrastada, como Montiejunas en el centro de la zona, y exteriores como Diallo, Okobo y Loyd, que junto a secundarios muy físicos como Blossomgame, Cornelie o Jaiteh, conformaban una plantilla tan competitiva que en ocasiones lograban no echar en falta a su estrella principal. No obstante siempre se quedaban a un paso de esa gloria por la que compiten los equipos, los jugadores y sobre todo los que más recursos ponen encima de la mesa de contratación.

Así que en este último paso para afrontar esta temporada, AS Mónaco sube aún más su apuesta para habitar en esos territorios de élite de la Euroliga y añade a la estructura pasada más peso experimentado para tratar de lograr con éxito ese plan diseñado: Calathes –aún lesionado–, Papagiannis, Korkmaz y Brown conforman una de esas plantillas que asusta conforme lees sus nombres.

Pero los planes diseñados sobre un papel son una cosa y la pista es otra bien distinta. Puedes llegar a intuir con esos refuerzos una serie de asociaciones que pueden auparte a una mayor competitividad colectiva, a reforzar algunos roles en el campo y a hacer sentir que esté quien esté en el campo el equipo rinde al máximo nivel. Pero Mónaco está todavía en esa fase del proceso de acoplamiento que cada vez suena más a excusa y menos a rendimiento real, a tenor de sus resultados.

Es cierto también que este equipo juega cada vez más sin depender de James, incluso diría que se encuentra más cómodo sin él en pista, a pesar de su incidencia real en el juego. Con él puede suceder cualquier cosa, inventarse cualquier tiro e incluso desquiciar a la amplia mayoría que acude al campo, hasta sus propios compañeros. Sin él, Mónaco tiende a ser más disciplinado y responsable, más esforzado en defensa y más generoso en ataque, lo que le hace ser un equipo más temible y duro de enfrentar.

Sasha Obradovic, su entrenador, es plenamente consciente de ello y sabe que su credibilidad pasa por convencer a sus jugadores que desde la intensidad, el esfuerzo físico y las asociaciones en ataque pueden lograr mejores resultados, pero para ello las rotaciones y también que «nadie se enfade» forman parte de ese otro plan trazado. El secundario que se diseña sin James en pista, y queda por conseguir que el plan con James sea por fin el que les coloque en sus mejores prestaciones colectivas.