Parto de la base de que ser regular es algo realmente positivo aunque me imagino que como a usted, me gusta también tener eso que ... llamamos momentazos, que son un subidón en nuestro día a día. Estos elevan nuestro listón vital y el de la regularidad también. Lo contrario es un problema, la irregularidad muestra dudas, miedos y alguna que otra profunda preocupación que lleva a no sentirnos bien del todo y paralizarnos, que es peor.

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El Maccabi se ha convertido en un equipo que ha pasado a la regularidad negativa, por así decirlo, o si lo prefiere a ser un equipo tremendamente irregular en su rendimiento en esta Euroliga. En años anteriores quedó la historia de un proyecto que aspiraba a todo pero sus circunstancias extradeportivas le están situando ahora en una situación decepcionante si nos ceñimos al nombre del equipo. Una nueva demostración de que en el basket actual no importa quién eres sino qué haces.

No obstante, Oded Kattash, su entrenador, se empeña cada semana en dotar de argumentos a su equipo para que, primero, pueda competir mejor durante más tiempo en cada partido, donde más evidencia esta irregularidad, y finalmente para poder llegar a los partidos con ciertas opciones de sacarlo en positivo. ¿Ha mejorado Maccabi en todos estos meses? Sí, sin duda, pero el resto lo ha hecho más que ellos; ¿tiene argumentos para competir mejor cada semana? No los suficientes, andan justos y desequilibrados. Le explico por qué.

Más allá de no haber podido retener a las estrellas de la temporada pasada, este año el Maccabi quería recomponer con jóvenes con ambición una plantilla que quería mantener al menos la personalidad de una historia teñida de su clásico amarillo. La referencia era el propio Kattash pero le ha faltado esa parte de compromiso, en forma de mercado y talento, que lo pudiera llevar a cabo. Los entrenadores queremos tejer una plantilla bajo nuestros ideales de juego, aquello que nos define y diferencia. Pero la materia prima, los jugadores, son siempre los protagonistas, y quienes lo hacen posible bajo unas directrices. Aquí es donde Kattash siente que esa pérdida se le acaba convirtiendo en limitaciones e irregularidad, y más allá de sus exigencias, la puesta en escena queda debilitada.

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De entrada es difícil reconocer quién es el referente del equipo. Jokubaitis podía emerger con ese protagonismo pero le falta la solidez y verticalidad que te da conocer la competición y sobre todo ese plus de talento para llevarlo a cabo. Por eso comparte pista junto a Blatt, de nuevo con dos bases al mismo tiempo en cancha, para poder equilibrar lo que le falta a cada uno de ellos. Hoard y Randolph son dos jugadores interesantes pero el presente sigue a distancia del futuro que prometen, en términos de fiabilidad y eficacia en su juego.

Apunten estos nombres de cara al futuro pero hoy tienen detalles en su juego de la misma manera que les falta esa regularidad que se les exige a los jugadores que lideren equipos. Y en el interior siguen náufragos de referentes, con buenos secundarios en la pista pero sin ese peso que da conocer la pintura y dominar tanto los aros como la «mano» que anota en cada posesión. Sorkin y Rivero son buenos complementos pero por sí solos se quedan cojos en este juego. Así las cosas se entiende mejor esta irregularidad del equipo, que un día te pueden sorprender porque en el fondo siguen con esa ansia por reivindicarse y al siguiente se quedan lejos de asegurar una y otra vez el éxito en sus acciones. Ser regular es el resultado no solo del talento y del juego colectivo sino también de la mentalidad adecuada. Y con un poco de falta de cada aspecto se entiende esta evidente irregularidad.

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