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Bien podríamos decir que la historia de nuestra vida podría parecerse a ir escribiendo nuestro propio 'librillo'. Ese documento, tangible o imaginario, que vamos recorriendo ... conforme cruzamos etapas, mira al mismo tiempo al pasado lejano, al más reciente e incluso marca determinadas guías que son las que enfocan nuestro futuro. Nuestro 'librillo' es esa historia repleta de momentos que forjan nuestra personalidad porque cada etapa no tendría sentido sin las anteriores y, posiblemente, condicionan nuestras futuras decisiones.
Lógicamente, a falta de detalles a los que no tenemos acceso ni deberíamos, podríamos relatar algunos de los capítulos del 'librillo' de Dusko Ivanovic. Por estos lares, principalmente, no solo por sus diferentes etapas en nuestra ciudad, sino también por cómo ha ido evolucionando a través de ellas con el paso del tiempo, junto a los añadidos en otras urbes, otros proyectos y otras vivencias personales que quedan reflejadas en sus decisiones diarias.
El inicio de este nuevo capítulo del 'librillo' de Dusko Ivanovic en el Virtus Bolonia es reconocible: llegar a un equipo y decir primero que confía ciegamente en el compromiso y en el trabajo de sus jugadores, afirmar que siempre hay que creer y jamás renunciar a ello y, a partir de ahí, únicamente entrenar, entrenar y entrenar y competir cada partido. ¿Lo reconocen, verdad? A partir de ahí el juego también se simplifica, no por la manera propia de ver el baloncesto de Ivanovic, sino porque los grandes cambios se inician siempre desde los principios más básicos del juego, al menos para Dusko: defensa agresiva, rebote y paciencia en ataque.
Sabemos bien también que si algo destaca a Ivanovic es que reconoce por igual al cómputo global de sus jugadores, se llamen como se llamen, llega a ser tan exigente con todos y marca siempre el listón alto para cada uno de ellos, precisamente para que al superarlo individualmente pueda mejorar el rendimiento colectivo. Este juego, diría Dusko, comienza desde la primera y principal responsabilidad del jugador en ese momento concreto del partido: si te toca defender, defiende; si tienes que estar en la ayuda, ayuda; si tienes que rebotear, hazlo; si tienes que llegar el primero en transición, corre; si tienes que pasarla ahí, pásala; y si tienes aquí la ventaja para tu tiro, tírala. Si cualquiera de estos principios no se cumplen, la consecuencia es clara: otro jugador lo hará en tu lugar.
En este corto lapso de tiempo, el Virtus Bolonia ha mejorado su juego, sus prestaciones individuales y, en consecuencia, sus resultados. Es bien cierto que la baja de Clyburn minimiza esta evolución, pero también es cierto que si hay un equipo que pueda seguir su camino «sin esperar» son los de Dusko Ivanovic. Sabe que con lo que tiene debe competir y simplemente trata de poner las herramientas que necesitan sin pensar en el ayer ni en el mañana, solo en el aquí y ahora.
Y en este panorama es donde el Virtus se está encontrando mejor a sí mismo. Esa confianza recae en un Cordinier cada vez más vertical y más agresivo y en un Pajola que ha disminuido sus errores y tiene más voluntad de ataque. A un Polonara que sabe lo que hay y que lo está llevando a cabo, un Morgan más incisivo, un Diouf y un Grazulis más activos y un Belinelli que debe liderar más aún. Todavía le queda a Dusko recuperar piezas, pero lo que no cabe duda es que reconocemos muy bien qué es lo que podemos encontrarnos en este nuevo capítulo de su 'librillo'.
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