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S entirte desubicado es también motivo suficiente para afrontar esa reinvención que pueden tener personas y colectivos. Si de por sí los cambios son complicados, ... añadirle un ingrediente más con el espacio que te acoge supone un doble esfuerzo: lo desconocido y lo irreconocible. Encontrar tu sitio tiene que ver por tanto con lo mental y con lo espacial, y exige bastante más de lo que parece.
Tiene el Maccabi esta doble vertiente: la de un equipo que por historia –y mucho más– baloncestística está entre los proyectos con más fortaleza, y la de otros motivos extradeportivos que le hace configurarse de manera 'diferente' al resto de equipos de esta competición. De la plantilla del año pasado, donde relumbraba un jugador tras otro, pasa a rehacerse una vez más con otro perfil de jugadores sin tanto nombre que tienen que esforzarse para reivindicarse: por 'sustituir a' y por encontrar su espacio en la competición.
Sí mantiene a su guía principal en la figura de su entrenador, Oder Kattash, que tiene tras de sí ese 'casi' llegar a los momentos de mayor privilegio de la competición en los dos últimos años. Conociendo su carácter y la especial dimensión del Maccabi no querrá quedarse fuera de optar al menos por ese objetivo, aun sabiendo que una gran parte del entorno europeo no sabría decir el nombre de sus jugadores más importantes. Y esto, pesa.
No le está siendo nada fácil como a otros equipos de la Euroliga, pero entre el destierro 'geopolítico' y la siempre costosa conjunción de su plantilla para conformar un equipo sólido, Maccabi no acaba de encontrar su identidad, su potencial y sus virtudes, y esto mina semana a semana a su grupo. Mejora, eso sí, a nivel colectivo, pero no queda claro si se encuentra lejos de su mejor versión o si bien su equipo tampoco está al verdadero nivel que se le debería suponer por su trayectoria y nivel competitivo.
El equipo tiene, en realidad, cuatro jugadores que están mostrando un nivel reconocible a lo que exige la Euroliga: un muy mejorado Blatt, con más galones en la toma de decisiones siendo base; Jokubaitis que ha llegado para reforzar este puesto e incluso compartirlo con Blatt; Randolph, que es el referente de anotación principal, y Hoard, un versátil alero que juega en ese espacio intermedio entre el exterior y el interior, sobre todo por su capacidad atlética. Sobre ellos construye Kattash un bloque que brilla por la intensidad que le da sus condiciones físicas y atléticas: músculo, rapidez de desplazamiento y capacidad de salto.
Esta 'obsesión' por el físico que existe en muchos equipos se refleja en este Maccabi sobre todo cuando tiene ante sí situaciones de juego que le exige soluciones de madurez táctica e inteligencia en la toma de decisiones. Entonces, se nota que el equipo no sabe bien a qué jugar, en especial cuando tiene el balón entre sus manos, cosa preocupante por otro lado.
Kattash opta por ser práctico a la hora de exigir a su equipo precisamente eso: intensidad y agresividad. Sabe lo que tiene entre sus manos. Por si acaso, siempre pone en el campo a un par de jugadores que por calidad le puedan ayudar a generar juego, pero le falta ese eje interior que ofrezca alternativas sólidas en el juego. Rivero justo ayuda, Sorkin no llega a los números que debiera y el resto suma a cuentagotas en una competición que exige cada semana que cuantos más jugadores aporten en ambos lados del campo, mejor. Al Maccabi, esto aún no le ha llegado, y mucho debe mejorar si quiere elevar sus prestaciones en la competición europea.
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