Llegar y besar el santo, o al menos intentarlo, es algo con lo que quien aparece como novedad en un contexto determinado puede soñar. La ilusión se une con la desfachatez, con ese provocador 'aquí estoy yo', y hace que haya tal derroche de energía ... que dé la sensación de que más que novedoso es transformador. Luego la realidad te puede situar en tu espacio pero de entrada esta actitud es a la que no se renuncia en ningún caso.
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Era tan objetivo corporativo de la Euroliga como una visión local del proyecto que se iba construyendo: París, ciudad referente a nivel europeo y mundial, debía tener un equipo que pudiera competir en lo más alto. Sin prisa pero sin pausa y con las certezas de los deseos mutuos, París Basketball aparece en la Euroliga bajo el estandarte del 'ya estamos aquí'. Y no está dejando indiferente a nadie, al menos en estos inicios.
Ha heredado gran parte del equipo que logró por méritos deportivos –sí, deportivos– pasar de la Eurocup a la Euroliga, y se ha reforzado con piezas complementarias con cierta experiencia en la competición para mirar de frente a cualquier rival, como si no existiera pasado, solo el presente. Y les está yendo bien, tan bien, que más allá de sus resultados positivos y bastantes dosis de optimismo, París está llamando la atención de la competición hasta conseguir que los rivales les tomen en la verdadera consideración que se merecen: equipo peligroso, rápido y veloz, intenso y muy, muy competitivo.
Debemos debatir también sobre qué es eso de la experiencia previa en los banquillos si hablamos como en este caso de un novato como Tiago Splitter, que accede al banco de un equipo que ya tuvo en su día otro entrenador con quien hizo un papel extraordinario (Iisalo). Ahora llega a París y les dice a sus jugadores algo tan sencillo como 'jugad, jugad como sabéis, jugad como si no hubiera ni pasado ni un mañana'. Ellos, a pies juntillas, se afanan en ello con dos instrucciones claras: una, si tienes ventaja, aprovéchala; y dos, lo que hagas, hazlo más rápido. Y vaya si lo hacen.
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Dudaba del título de este 'Salto Inicial' porque me venía a la cabeza aquella canción de 'Esos locos bajitos' de Joan Manuel Serrat. Decía «…Que las agujas avancen en el reloj; que decidan por ellos, que se equivoquen…». En este París Basketball, a las agujas del reloj les cuesta seguir el ritmo que imponen sus pequeños Shorts, Hifi, Lo y Ward, eléctricos, descarados, a veces alocados, que encierran un peligro constante cuando el balón está en sus manos. Hacen del ritmo veloz una de sus señas de identidad, deciden cada posesión y no importa quién tome el riesgo porque se buscan entre ellos para entregar el balón a su compañero como diciéndoles 'dale tú ahora que me entra la risa'.
Semejante velocidad se apoya en una intensidad en defensa y ataque, sus interiores son de esos que usted les apelaría '¡podéis estaros quietos un rato!'. Jantunen es un 4 con una movilidad ideal para la redefinición definitiva de este puesto, Sy apoya cada movimiento de sus compañeros liberando espacios, Malcolm se aprovecha de cada despiste del rival y Hayes se mantiene en ese estilo del poste que tan pronto corre, tapona, asiste o salta a vivir por encima del aro. Gestionar este equipo como entrenador es decirles en algún momento 'vamos a pensar un poco', pero para el rival es 'o corremos como ellos o tendremos problemas'. Y esto es una bendición en esta Euroliga.
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