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Las relaciones, cuando se consolidan, son cuando no se pone en duda alguna la confianza, uno de los principales valores humanos. La confianza es algo ... que se otorga al otro/a, que responde cumpliendo con la responsabilidad que asume al mismo tiempo. Van de la mano, confianza y responsabilidad, de la misma manera que si se desarrollan como deben, fortalecen aún más esos vínculos existentes entre personas. Ahora que comienza la segunda vuelta de la Euroliga, si algo nos han dejado el total de los anteriores enfrentamientos es que París Basketball no sólo se ha convertido en la principal sorpresa de la competición por sus resultados, sino por la manera de conseguirlos.
Más de una vez por este 'Salto inicial' comentamos que el basket europeo tendía a un estilo más eléctrico, más rápido, de más posesiones, heredando esa vertiginosidad de aquel Efes, de aquel Real Madrid, incluso de ese Baskonia reciente, que hacía de la velocidad y la rápida toma de decisiones, junto al talento de varios de sus jugadores, sus principales argumentos.
Le pido que no se deje llevar únicamente por resultados que superan la centena de puntos, sino por esa manera de empujar de cada equipo a mirar la canasta con asiduidad e incluso a arriesgar en sus movimientos defensivos para provocar el error rival y recuperar cuanto antes la posesión para atacar de nuevo.
La evolución de la especie, y de los colectivos, ha tenido relación siempre con la capacidad de adaptación como un argumento firme de su desarrollo. París Basketball ha interpretado, primero, que debería tener un estilo propio a tenor de la plantilla de jugadores que configuró en su estructura, y segundo, que ese estilo le diferenciase del resto de equipos y fuera lo bastante sólido para transcribirlo como un estilo ganador. Tiago Splitter maneja con maestría un equilibrio constante en cada partido entre ese estilo endiablado y desquiciante para el rival junto a la capacidad de trabajo y la lectura de las situaciones comprometidas que tiene cada partido, para tener siempre la opción final ganadora.
La novedad de TJ Shorts tampoco lo es tanto porque a su nombre se añaden el de jugadores que sorprenden incluso más que el propio. Hifi y Ward encarnan una estirpe de aleros que, para mí, engrandecen el juego porque aúnan verticalidad y tiro exterior, algo poco frecuente de ver en los campos en los últimos años. Jantunen es otro de esos jugadores que pasarían desapercibidos sobre una hoja escrita con nombres en una plantilla, para darte cuenta en el campo de que hace las cosas que debe hacer un jugador sin apenas errores, en silencio, y con el ritmo frenético de los jugadores pequeños pero en el cuerpo de un 2,04 metros. Y Hayes es ese interior que reconoce sus limitaciones tanto como sus principales virtudes, y en ambos casos sale en términos positivos.
Lo fácil es que en estas relaciones veamos esa parte individual que las hacen especiales, pero como en los principales colectivos lo que realmente destaca es que es tal la confianza que existe en el grupo, tal el nivel de responsabilidad de cada jugador con lo que debe hacer, y es tal la cantidad de compromiso por seguir por la senda marcada, que París ha dejado de sorprender para hacer que nos sentemos cada semana a ver sus partidos, si es que en realidad queremos tanto al juego del baloncesto como parece. Splitter tiene el principal mérito, pero si algo queda claro también es que el juego en definitiva es de los jugadores y son ellos quienes mejor interpretan sus ideales, y esto se hace notar en cada partido, a su manera colectiva, a la manera París.
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