Aunque cuesta posicionarse de forma definitiva, porque seguro que en un momento pensamos una cosa y más adelante la maticemos hacia el otro lado del ... péndulo, es cierto que aquello que sea consistente, proporcionado y estructurado da más seguridad. Es como cuando vemos una casa ordenada, parece que nos transmite más paz, tranquilidad y sosiego. Todo lo que esté de una manera equilibrada ayuda a sentirnos mejor; lo variable y lo impredecible puede producirnos más incomodidad e incertidumbre.

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No me queda claro, la verdad, que el hecho de ser un proyecto alemán tenga algo que ver con esto de lo consistente y estructurado, sino más bien con tener un conjunto de piezas complementarias, y a su vez propiciar cada día que esta complementariedad consiga ser realmente eficiente. Herbert, el entrenador de Bayern, ha logrado que su equipo sea precisamente eso, eficiente, muy competitivo, sólido y versátil. Es difícil, o al menos me cuesta, destacar algo en especial del equipo, y más cuando lo hacemos tras valorar frente a lo que no es, o en función de lo desconocido o lo que no percibimos como tal.

Más allá de sus resultados, donde queda patente que son la consecuencia de una idea llevada a la acción, que el Bayern esté en puestos de privilegio competitivo en esta Euroliga tiene mucho que ver en que no es fácil encontrarle las costuras. Y aunque el renombre de algunos de sus jugadores no fueran cromos intercambiables por una cantidad desbordante de otros, tienen en cambio la suficiente fortaleza para reconocer que su trayectoria está siendo destacada y, permítame, una línea a seguir en el futuro próximo. Es el Bayern un proyecto, y lo describo como tal, fiable, equilibrado, con presente y futuro. Herbert y la secretaría técnica movieron piezas pero supieron dar estabilidad a su eje central y aderezarlo de complementos como piezas de un puzle, sin importar su rango de importancia ni el prestigio personal. Si el equipo es lo que vale, pongamos en él a figuras que piensen en equipo y en el beneficio colectivo.

La apuesta de Herbert por jugar siempre desde el peligro exterior, con al menos tres tiradores al mismo tiempo en el campo, le permite dibujar los espacios liberados para una solución vertical e incluso luchar por cada rebote ofensivo posterior. Edwards, Weiler-Babb, Napier y Obst e incluso Voigtmann son quienes se reparten el espacio desde los 6,75 para generar un peligro constante donde tienen la confianza, y el permiso convertido en obligación por su entrenador, de si 'tienes un metro, dale'. Esto hace variar la defensa rival, no solo para impedir el posible tiro, sino para tratar de anticiparlo, con el riesgo que supone comenzar tu defensa desde casi 8 metros del aro. Ahora piense en todo el espacio liberado que queda para ser vertical, para que otros jugadores como Lucic, Booker, Da Silva (los dos últimos son duda) e incluso alguno de sus pequeños lo aprovechen en cualquier momento.

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Lo es también su capacidad defensiva, con un rasgo en común: la versatilidad de sus jugadores y su capacidad física les permite defender a cualquier atacante independientemente de su corpulencia, con el riesgo (asumido) que supone, pero con la ventaja de colapsar precisamente los espacios al aro. Sin ser la mejor defensa provocan al adversario, y al mismo tiempo les exigen rápidas tomas de decisión que les posibilita después volver a atacar de nuevo. Es entender el juego como un todo y como un conjunto de posibilidades que solo un equipo complementario te puede dar. Y les va bien.

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