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Entre la precisión de un láser y la amplitud de un foco, dependiendo de qué circunstancias, claro, prefiero que observe lo que sucede en torno ... al foco. Alumbra un espacio, una zona, con toda la fuerza del centro de la luz pero también con todo aquello que se va difuminando en sus extremos, entre lo que parece que se ve y lo que se intuye. Todo forma parte de una realidad que tiene luces y alguna sombra pero donde todo forma un conjunto iluminado.
En el baloncesto profesional tenemos demasiado interiorizado el láser apuntando sobre determinadas estrellas, como si de ellas dependiera absolutamente todo lo que sucede en la cancha. Y deberíamos mirar más al resto, a quienes hacen que sucedan más cosas, cediendo protagonismo a esas señaladas figuras, aunque en algunos momentos emergen en la realidad y dan sentido a eso que le llamamos valía. En Kaunas este sentimiento colectivo forma parte de su identidad, cierto que tuvo y tiene alguna figura, pero esa reinvención constante está protagonizada por estos secundarios.
Trinchieri, su entrenador, que llegó como una salvación competitiva la temporada pasada, encaja a la perfección con esta mirada. Prefiere el esfuerzo colectivo a la brillantez individual, se encuentra más cómodo en esa exigencia plural donde cada quien tiene un rol concreto pero lo es más que no haya fisuras en la competitividad del grupo. Y así las cosas aparecen jugadores como Giedraitis, Butkevicius, Sirvydis, que hacen la vida un poco más fácil a Francisco, Ulanovas, Brazdeikis o Dunston.
Podría parecer que la salida y el retorno a la NBA de Walker supondría una merma en el rendimiento del equipo pero ha sucedido más bien lo contrario: Francisco, por ejemplo, ha mejorado su aportación al equipo, como el resto de exteriores, más liberados en sus funciones y con ese subidón que te da saber que vuelves a recuperar ese protagonismo en el juego del equipo, en ambas partes del campo. Nadie niega la calidad de Walker como tampoco ese espíritu competitivo del colectivo lituano que es más reconocible.
A veces la Euroliga te muestra jugadores que dudas de si pueden competir en el torneo. Es cierto que el tiempo, como todo en la vida, hace que se asiente el nivel de exigencia de la misma manera que la ambición personal por demostrar que tienes un sitio en el mismo. Giedraitis, por ejemplo, asumirá ese liderazgo natural y local, como sustituto espiritual de Lekavicius; Butkevicius llegó a Zalgiris proveniente de los competidores locales y cada vez demuestra que su estilo sirve también en esta competición; o el recién llegado Sirvydis, uno de esos talentos lituanos con experiencia americana, que demuestra descaro y energía suficiente para también tomar el relevo exterior más pronto que tarde.
No le tiembla el pulso a Trinchieri a la hora de colocar estas piezas a lo largo del partido, como tampoco poner a los aún más jóvenes a lidiar con determinadas situaciones del partido. Sabe también que estarán bien resguardados, que podrán fallar y habrá quien acuda al rescate por si sucede algo indeseado. En esta filosofía lituana, esto forma parte del guion y a nadie se le ocurrirá mirar a otro lado cuando estos jugadores hacen acto de presencia, todo lo contrario, apoyarán más si cabe su esfuerzo. Es más, no necesitan reivindicarse, sino sentirse parte de un todo que competirá sí o sí en cada una de las situaciones del partido, sin acaparar ninguna luz brillante ni importar la edad ni cómo te llames.
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