Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
He visto dos veces el documental sobre Michael Jordan. En la primera, toda mi atención estuvo concentrada en el placer de ver jugar al baloncesto como solo él lo sabía hacer. Su plasticidad, su cuerpo no excesivamente marcado, la ágil forma de correr, y sobre ... todo su puntería, elemento primordial en el juego, le hacen incomparable. De sus continuadores, solo dos se le pueden acercar: les ha faltado versatilidad. El difunto Kobe Bryant le igualaba en anotación, pero su conocimiento del juego fue mucho menor. Lebrón James es más intermitente, más mastodóntico, menos flexible. Jordan dominaba el trascurrir del partido sin esfuerzo aparente. Nada que ver su elegancia con el resto de los mejores jugadores del momento.
En mi segundo atracón de los 10 capítulos me entretuve en algunas circunstancias del juego en sí. Confirmando que el juego de la NBA es un deporte de afroamericanos dirigido por compatriotas de raza blanca; la genética física del jugador blanco no da la energía suficiente. Estos, fuera de la cancha, se limitan a convivir en un segundo plano. Anécdota: en un viaje de avión los negros juegan a las cartas con apuestas de 100 dólares; Michael de levanta, ve jugar a un grupo de compañeros blancos, les pide participar y Perdue le dice sonriente, 'aquí no puedes jugar, lo hacemos por un dólar'. La serie me confirma que las diferencias de unos y otros no solo son físicas, son sobre todo culturales.
En la USA baloncestística todo se mueve alrededor de los jugadores: ellos llenan los campos, crean las expectativas... Rara vez el trabajo de un grupo eclipsa lo que dos o tres jugadores representan en el negocio de cualquier franquicia. El día de la retirada de Jordan, David Stern, alma mater de la etapa más brillante de la NBA, apuntó en su discurso algo así: «gracias Michael, cuando empezaste a jugar en el 92 se nos veía en 80 países, ahora que te vas se nos ve en 215, todo gracias a ti».
En un momento de su carrera, desbordado por la presión de la gloria, se retiró y un día decidió volver. Habían pasado 21 meses. Se enroló en su Chicago con la temporada avanzada y perdieron la final en el último partido. Todavía en el vestuario, su preparador físico se le acercó planeándole unos días de descanso antes de volver al trabajo. Michael levantó la vista y le contestó: 'mañana empezamos la lucha por el título de la próxima temporada'.
Viendo esta larga serie me queda la sensación de que la sociedad americana es más competitiva que la europea, que para los mejores jugadores el dinero no es más importante que ganar, y que el individuo no se pliega fácilmente a intereses ajenos. Consecuentemente, los entrenadores, tanto los de antes como los de ahora, no son más que consejeros que hacen convivir fortísimas personalidades. Quizás por estas circunstancias ni los de aquí valen allá, ni aquellos lucen aquí.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.