El baloncesto, como todo deporte profesional, contiene dosis concentradas de épica. Y hasta de lírica visto con los sensibles ojos de la poesía métrica. Y si el texto alude a un pabellón que, patrocinios y denominaciones aparte, siempre permanecerá anclado a la memoria como La ... Mano de Elías convoca hasta reminiscencias religiosas. De ahí que según el relato bíblico pueda hablarse de las siete veces en las que el Baskonia ha profanado el templo que Tel Aviv dedica a la canasta. Un balance más que notable tomando en consideración que el club azulgrana ha visitado en dieciséis oportunidades la cosmopolita urbe de Israel.
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El equipo vitoriano y la fiebre amarilla compartían el honor de fortalezas casi inexpugnables hasta la reciente derrota alavesa frente al Mónaco. Desde entonces, el actual Menora Mivtachim Arena -antes Nokia y siempre La Mano de Elías según los códigos sentimentales- lidera la cocina casera de la Euroliga. 11-2 frente al 11-3 que lucen el propio Baskonia, Olympiacos y el acero industrial del Principado que acaba de expandir su poderío físico demoledor sobre el Buesa Arena.
Ahora que vivimos subyugados por el discreto encanto de Darius Thompson conviene recordar a otros bases imperiales del pretérito azulgrana. Como el gran Elmer Bennet, autor de la canasta determinante de 2002 que representó el primer triunfo de la escuadra de Betoño en el domicilio de, este sí, bastante más que un club. El emblema deportivo de todo un Estado tan celoso de su altiva permanencia como tal.
Aquel tiro postrero de 'Benito' dejó el marcador en un 77-78 como consecuencia de un partido efervescente y de una remontada emotiva. Una de esas noches en las que el Baskonia reafirmaba sus ansias de grandeza y advertía sobre proezas futuras. La llave que transformó para ocasiones venideras el puño cerrado de La Mano de Elías en una palma entreabierta.
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El listado de los éxitos azulgranas en el recinto del Maccabi mantiene una cadencia casi regular. A partir de aquel canastón de Bennett, algo así como 'hemos venido para quedarnos', el bloque alavés ha salpimentado sus visitas en una ensalada de victorias y derrotas. Volvió a triunfar en 2003 (69-72 con Dusko Ivanovic en su papel de mariscal), 2007 (68-79) y 2010 (82-91) para abrochar la prodigiosa década azulgrana. La que le deparó tres Ligas, cuatro Copas, otras tantas Supercopas y nada menos que una final continental de los grandes pesos en 2005 durante la primavera de Moscú. También es verdad que inauguró la nómina de encuentros en Israel el lacerante 104-64 de 1999. O, en 2003, un también doloroso 100-77.
7-9 Es el balance entre victorias y derrotas azulgranas en el pabellón del Maccabi desde 1999 hasta 2022. El equipo israelí ha resuelto mediante tundas severas cuatro enfrentamientos, mientras que el vitoriano se impuso una vez por más de diez puntos.
Primer triunfo Una canasta de Bennett en el filo selló el primer éxito azulgrana en Tel Aviv (1999) tras un partido efervescentes y una emotiva remontada (77-78)
Última victoria La plantilla alavesa que conquistó la ACB de la burbuja valenciana firmó el más reciente '2' en la quiniela (2019) con otro ajustado 79-81
Ya en el segundo decenio del siglo se han alternado, de nuevo, las muescas y los desaires con predominio de las malas nuevas. Tres victorias ajustadas con diferencias entre uno y cinco puntos en los años 2013, 2014 y 2019. Este último curso, por cierto, que registra el último triunfo azulgrana en el pabellón que visitará de nuevo mañana. Un 79-81 de la plantilla que acabaría por levantar la ACB en la burbuja valenciana de la pandemia. Una época en la que las siete resoluciones amarillas también se han establecido en márgenes estrechos tras los severos contratiempos baskonistas allí del infausto 2011.
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El Maccabi de pasado espléndido anhela el retorno a la grandeza con un plantel repleto de estadounidenses que se sienten muy cómodos en Tel Aviv. Ciudad rendida a jugadores legendarios como Berkowitz y Aroesti, los posteriores Vujcic y Jasikevicius o técnicos del calibre y la personalidad de Pini Gershon y David Blatt. Todo pasado por las cuentas del rosario que maneja Shimon Mizrahi, el presidente desde 1969 a una bufanda amarilla pegado.
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