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Cinco meses después de la enorme ilusión que generó en el baskonismo el fichaje de Pablo Laso nada queda de aquel optimismo liberado. A las siete semanas de iniciar un calendario centrifugador no hay manera de ocultar la severa crisis deportiva del equipo azulgrana. Tras ... un arranque de cierta confianza, más por los resultados (balance inicial de 4-2 en la Euroliga) que atendiendo a las sensaciones, el técnico del retorno al hogar a las tres décadas de dejarlo maneja ahora mismo un grupo roto, al que le delata el lenguaje gestual derrotista de varios jugadores y el rostro agrio del propio entrenador.
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Antes del exiguo triunfo -un mísero punto- frente al recién ascendido Lleida, el cuadro alavés ya había claudicado en Betoño contra el Joventut y en viajes baldíos a Gran Canaria y Zaragoza. La escuálida palmera en el oasis sólo fue un paisaje efímero para caminar luego por el desierto sin una cantimplora siquiera a mano. De cuanto se deduce un registro demoledor de una victoria y ocho derrotas en los nueve últimos compromisos oficiales. Cinco resultados adversos encadenados dentro del frente continental y el éxito del Palau como única alegría del Baskonia en la clase turista. Ojalá esta semana sin cita doméstica contribuya a hallar el mejor sellado con el que cubrir las grietas profundas del proyecto. Falta hace antes de viajar a la fortaleza de Kaunas y recibir a Matt Costello vestido de naranja. Todo un 'match ball' para mantenerse en la carrera ineludible, y muy complicada ya, por acceder a la Copa.
Leer lo anterior resuena a diagnóstico agorero, pero más parece una foto bastante precisa de la realidad. Tal vez la plantilla construida en verano ofrecía mejor apariencia que rendimiento efectivo. El club apostó con fuerza por retener a Howard, Sedekerskis y Moneke. Y las incorporaciones de Luwawu-Cabarrot y Hall traían de serie la elegancia completa y la intimidación interior que tanto se añoró el curso pasado. De este quinteto, sólo el capitán lituano conserva el estatus que se ha ganado a través del trabajo y el compromiso. Los dos elementos diferenciales -Markus y Chima, sobre todo el primero- viven envueltos en la frustración, mientras que el alero francés no termina de salir de su propio cráter y el pívot comeniños amaga más que muerde.
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Sabe mal acordarse de quienes no están, pero resulta inevitable la añoranza de McIntyre y Marinkovic -enfrentados anteayer ambos en el derbi de Belgrado- y la de Costello, el grande que abría el campo con su amenaza de triple frontal cuando el rango de tiro de los actuales 'cincos' cabe en un par de baldosas. Diop, casi inofensivo en ataque, no termina de arrancar y, salvo algunas actuaciones concretas, se muestra atrás más blando de lo conveniente. Y Hall es llamativo con sus tapones y mates desde el segundo piso, no oponiéndose de manera ardua a los temibles pívots que campan por las zonas de Europa. Además de simplemente amagar los bloqueos que deberían de favorecer a Howard por su rápida tendencia a buscar canastas por encima del aro.
No se requiere una carrera en Letras para interpretar los mensajes de Laso con sus rotaciones en El Pireo. Alineó durante muchos minutos a dos 'cuatros' -dura noche para Tadas tratando de sujetar a Fall y Milutinov- en un modo de señalar a sus dos postes puros. Moneke, quien habitualmente supera la media hora se quedó en la mitad. Su forma anárquica de entender el baloncesto a través de buscar por sí solo atajos verticales suele rendir beneficios, pero el exceso individual de locura también resulta contraproducente. ¿Howard? Laso pretendía reducir la dependencia del tirador inaudito y, efectivamente, levanta menos lanzamientos. Algo inversamente proporcional a su ansiedad creciente que se traduce en frustraciones y en la acumulación de faltas baratas cuando los adversarios le buscan continuamente las cosquillas en defensa.
Claro que el problema viene desde la raíz. Se nos humedecen los ojos evocando a Thompson y McIntyre al comprender que su sucesor, Forrest, no les alcanza. Cierto que el actual 'uno' firma estadísticas notables por la buena lectura para generarse sus canastas aprovechando la carrocería física, pero mueve al equipo en un ritmo átono reñido con la dinámica tendencia de Laso y no parece -quizá enmiende las impresiones en el futuro- imbuido del don natural para liderar la fluidez del cuadro. Ahora mismo, el Baskonia falto de clarividencia bota mucho, pasa poco y resulta demasiado permeable atrás. Hasta el punto de esparcir malas sensaciones, las de que cualquier rival en ambos frentes puede abatir a un grupo vulnerable.
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