Girona 96-67 Baskonia

El Baskonia se recrea en la nulidad

La vida que se ganó con la paliza al Leyma Coruña se pierde con una derrota dolorosa a más no poder, con una factura que delata el sello de un equipo malogrado. Las matemáticas apenas sostienen ya la posibilidad de viajar al torneo del k.o. La carambola que tiene que producirse en la última jornada de la primera vuelta es más que improbable. El caso es que el Baskonia, el cuarto poder económico de la Liga ACB, no merece disputar la Copa del Rey. Una realidad durísima de digerir.

El equipo azulgrana no logró siquiera cumplir con los mínimos que se requieren para aspirar al triunfo. Se presentó en el pabellón Fontajau sin Tadas Sedekerskis y tampoco pudo contar ni con Markus Howard ni con Kamar Baldwin. Luka Samanic apenas disputó minutos, debido a sus problemas en el tobillo tras el encuentro ante el Virtus Bolonia. La necesidad de tirar de hombres menos habituales como Ndiaye, Raieste o Savkov puso en bandeja el desastre.

Semejante acumulación de problemas apenas sirve de atenuante ya que el Baskonia cayó con todo el equipo desde el primer cuarto. Puede que no quedaran muchas fuerzas después de tres partidos en seis días, pero tampoco se notó demasiada atención por parte de los jugadores azulgranas ni tampoco ganas. Comenzó el duelo con un 11-2 en contra que propició el primer tiempo muerto de Pablo Laso, pero la dinámica venenosa ya estaba plenamente asentada en las filas vitorianas. Ni un aliento en defensa para contener la abrumadora actividad interior de Juan Fernández. Apenas fue capaz el plantel alavés de recuperarse con un 15-13 antes de sumergirse en un agujero negro absoluto, un parcial de 19-1 del que salió con un 35-14 mediado el segundo cuarto.

Ni el orgullo le pareció doler a este Baskonia desnortado, sin recursos para la reacción y apenas sostenido por el empuje de Nikos Rogkavopoulos. El Girona imponía la guerra total desde todos los frentes para llegar al descanso con un 45-25 ya sonrojante y una abismal diferencia en valoración (58-18). Esta vez no hubo lectura de cartilla ni reacción tras el paso por vestuarios. El equipo vitoriano se sumó a la fiesta de un Básquet Girona que se dedicó a hundir el puñal durante una segunda parte de escarnio para los visitantes.

Dolía ver a la escuadra azulgrana, con un nivel subterráneo de baloncesto y un ramillete de quintetos en cancha en el que ni los menos habituales lograban demostrar algo. Y en la banda, un Pablo Laso con una procesión interna digna de un vía crucis, consciente de que faltar a la Copa del Rey es el primer rejonazo serio a un proyecto que en verano derrochaba ilusión con su llegada. Ahora, en plena cuesta de enero, la gran incógnita se centra en cómo salvar una temporada gravemente torcida.