Genialidad y una tarea incompleta al timón

A sus 25 años, pone rumbo a la ciudad que nunca duerme cuando estaba cerca de cumplir su cuarta temporada como baskonista. El suyo fue un salto directo desde Quilmes marplatense a la fragua vitoriana en el verano de 2017. No hubo paso intermedio en un equipo de cesión, como otros compatriotas como Nocioni o Scola hicieron antes de vestir la elástica azulgrana.

El jugador albiceleste se enrola en un Baskonia que comienza a dirigir Prigioni. Bajo las órdenes de uno de sus ídolos, conoce la exigencia del club vitoriano, de la Liga ACB y de la implacable Euroliga. La renuncia del hoy asistente de los Timberwolves obliga a Vildoza a caminar sin una figura casi paterna. Llega Pedro Martínez y la joven promesa sufre las penalidades del banquillo para después progresar hasta convertirse en el timonel principal, por delante incluso de Marcelinho Huertas, de aquel Baskonia que cae ante el Real Madrid en la final de la Liga ACB 2017-18. La derrota duele, pero Vildoza sale reforzado tras probarse a sí mismo que puede competir en Europa. Atrás quedan los temores previos al salto desde su Argentina natal, un proceso en el que el jugador no dudó en echar mano del asesoramiento de un psicólogo deportivo.

Superado el primer año en Vitoria, Vildoza mantendría un pulso constante por hallar la continuidad en su juego. Siempre en el centro del debate, terminó por hallar siempre su papel tanto con Velimir Perasovic como con Dusko Ivanovic, compartiendo el mando con Huertas o con Pierriá Henry. Al final, casi siempre dispuesto a ser el factor imprevisible, como cuando sumó aquella canasta ya inmortal en la Fonteta que dio al Baskonia el cuarto título liguero de su historia.