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«La Copa es adictiva». Sí, algo especial tiene esta competición para llegar a movilizar a alrededor de dos mil aficionados del Baskonia rumbo a Madrid. «Somos una gran familia a la que nos une el baloncesto»,explica Eduardo Ortíz de Arri – miembro de la fanfarre Bihotzatarrak- en el autobús fletado con seguidores en el que también viaja EL CORREO. Este sueño copero ha juntado en la carretera a dos generaciones. Irati Álava viaja por primera vez junto a su Baskonia para ver una Copa del Rey. Ambos sumarán su granito de arena, y se desgañitarán, en la Fan Zone del Baskonia -plaza Jacinto Benavente, Araba Etxea- para que esta experiencia sea de aquellas que se cuenta con el paso de los años a generaciones venideras.
Los miembros de la fanfarre serán los encargados de crear una atmósfera de fiesta a su llegada a la capital. Porque estos fieles seguidores que viajan desde el 'north', bombo y bufanda en mano, arropan al equipo allá donde haga falta. Ortiz de Arri ha vivido las seis finales disputadas hasta el momento por el Baskonia. «Todas son especiales, aunque me quedaría con la primera -Granada 1995- por ser la primera, confiesa. De ese estreno en las vitrinas recuerda la celebración posterior. «Se organizó una conga por todo el estadio», comenta alegre. Ahora, sueña con poder volver a ver al Baskonia en lo más alto del cajón.
«La primera vez que alguien se acerca a una copa alucina. Luego siempre quiere repetir», asegura el aficionado baskonista. Será el caso de Irati Álava, quien se ha subido al 'autobús copero' por primera vez. «Según se clasificó el equipo el viaje ya estaba comprado», afirma después de no haber podido ondear la bufanda en la edición pasada. «Mi ama fue a Canarias, yo me quedé animando desde Vitoria porque tenía exámenes», recuerda todavía con pena. Ese mal trago, sin embargo, lo borrará de su memoria en estos cuatro días en Madrid. A medida que se iba acercando la fecha marcada en rojo en el calendario su mente iba ideando cómo sería esta cita de altura, a parte de la que ya vivió en Vitoria. «Estoy expectante. Tengo muchas ganas de baloncesto», desliza la aficionada que promete «estar animando al equipo todo a todas horas. Cada segundo». No hay tiempo muerto.
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