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Carlos Pérez de Arrilucea
Miércoles, 27 de febrero 2019, 01:37
El Baskonia puede ser un grupo sufriente debido a las bajas y a la limitación de efectivos, pero hay otro tipo de sinsabores que se llevan de puertas a dentro. Es el caso de las penalidades que ha tenido que sobrellevar Patricio Garino, lastrado por ... una concatenación de lesiones que le han impedido mantener una mínima continuidad desde que aterrizó en el conjunto azulgrana hace dos veranos. De su último percance en la rodilla ya no quedan vestigios. El alero azulgrana se siente de nuevo dispuesto a echar un cable, «con muchísimas ganas de estar con la camiseta puesta».
La elástica azulgrana le espera de nuevo y Garino tendrá la opción de volver a la acción en la visita del Zalgiris. Atrás quedan momentos muy duros, los mismos que no hay eludido en su última comparecencia ante los medios de comunicación. No sentirse útil para el equipo fue un trago complicado de digerir y Garino no tuvo remilgos en reconocer qué recurrió a la ayuda de un psicólogo. «Tuve que asistir a un psicólogo para ayudarme, para sacarme esa presión ese sentimiento de tener que ayudar sí o sí. Para estar tranquilo y saber que de alguna forma voy a aportar, sea con energía, aplaudiendo o dándole la toalla a un compañero», reconoció.
El apoyo psicológico es una herramienta cada vez más extendida en el deporte profesional, un recurso más para resolver problemas. La sensación de fortaleza que tienden a transmitir los deportistas de élite puede asociar a una debilidad el hecho de tenderse en el diván. Sin embargo, Garino no puede estar más convencido de haber tomado la decisión correcta al ponerse en manos de especialistas. «A mí me costó un año y medio reconocer que necesitaba la ayuda de un psicólogo. El orgullo te dice: 'Yo voy a salir de eso por mi cuenta', pero hoy me percato de que es un recurso más, un apoyo que todos deberían usar», señaló.
La ayuda psicológica ha surtido efecto en Garino, hasta el punto de que él mismo reconoce que «me salvó la temporada, porque estuve a punto de irme a mi casa». El exterior azulgrana señaló el momento crítico de su reaparición ante el Armani Milán. «El día que tuve la recaída no pude dejar de llorar por la noche. Me quería ir, dejar el basket, volver a casa y empezar de nuevo. La frustración me absorbió y tuve que recurrir a ayuda porque era una situación extrema», rememoró.
Desde aquel encuentro de finales de enero, Garino ha coordinado la recuperación física con el fortalecimiento mental a base de «sacar el miedo y recuperar la confianza en mi juego, en mi físico y en mi esencia como jugador». «No soy superhabilidoso ni voy a hacer magia dentro de la cancha. Si tengo que tirarme de cabeza a por el balón, lo haré».
cPatricio Garino esperará con serenidad su momento para volver a sentir el fragor del juego en el duelo ante el Zalgiris en un Buesa Arena que debe ejercer de acicate para los azulgranas. El argentino confía en aprovechar «la energía que tenemos al estar en casa con nuestra gente». El parón propiciado por la 'ventanas' FIBA ha servido para que la plantilla azulgrana se tome un puñado de jornadas de descanso para «pasar página» a las últimas dos derrotas, la decepción copera ante el Joventut y el tropiezo en el Palau blaugrana. «Tenemos varios choques como locales en marzo. Todos los partidos son finales para nosotros», calibra Garino. El Zalgiris se presenta en la capital alavesa sin el lesionado Nate Wolters, pero con la capacidad de «jugar concentrados, agresivos y con orden durante cuarenta minutos». «Debemos estar muy atentos y respetarlos, porque so
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