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En los tiempos en que este país vivía en blanco y negro, el baloncesto solo era importante en Madrid y Barcelona. Los clubes, presionados por la periferia, tomaron la decisión de permitir jugar a tres extranjeros, siempre americanos. La medida, aunque contestada por parte del ... mundillo, fue un auténtico éxito. Hizo competitivos a clubes que no lo eran. Lo más importante fue el espectacular crecimiento de los jugadores nacionales, que en menos de diez años pasaron de ser felices con clasificarse para un Europeo a ganar a Francia o Italia, algo impensable pocos años atrás.
En ese momento, los equipos y la Federación Española (FEB) se volcaron en la búsqueda de jóvenes jugadores españoles. Es curioso recordar que Jorge Garbajosa, hoy presidente de la FEB, fue reclutado por el Baskonia, siendo vecino de Madrid. Las maravillosas dos décadas precedentes vividas por nuestro deporte son fruto de aquellos años. Los jugadores representativos de todos los equipos fueron siempre nacionales.
Poco a poco, se inició la búsqueda en otros caladeros. Una vez más, el Baskonia estuvo en vanguardia. Argentina nos mandó sus mejores jugadores. Sin saber exactamente cuándo, los clubes vuelven su mirada a la Europa del este y al continente africano. La competencia lleva a los clubes a reclutar jugadores cada vez más jóvenes. El caso de Doncic es paradigmático. Las normas sobre jugadores se retuercen por presiones de unos y otros y se crea la figura de jugador de formación; aquel que llegue a nuestro país con edad cadete, 16 años, se convierte en nacional a todos los efectos.
España es el país que más jugadores importa en edades tan tempranas, recurso legítimo de los clubes. La vocación de la FEB es actuar como con Mirotic e Ibaka, españoles lo antes posible. Garbajosa proclama sobre Nzosa, nueva perla del baloncesto africano en el Unicaja, que «cuadra perfectamente con lo que llamamos 'La Familia'». Así llama el presidente a la selección y, por tanto, urge su nacionalización. Consecuencia de esta política es que los países que tienen en España a jóvenes con porvenir se asustan y actúan. En las pasadas ventanas han metido en sus selecciones a algunas promesas para protegerse de la depredadora España, ya que al jugar un partido con su selección de origen quedan inhabilitados para una nacionalización. Algunos ejemplos: Spagnolo, italiano nacido en 2003 del Madrid; Badji, senegalés de 2002 enrolado en el Barcelona; Kostadinov, búlgaro de 2003 y madridista; Savkov, ruso de 2002 perteneciente al Baskonia; Tisma, croata de 2002 Croacia y también del Real Madrid; Balcerowski, polaco de 2000 con contrato en el Gran Canarias. No quiero valorar la situación de los 200 africanos que deambulan por nuestras canchas.
Solamente Serbia, que actúa de la misma manera con Bosnia, tiene una política baloncestística similar. A mí, que me considero ciudadano del mundo y que me repatean los privilegios por haber nacido aquí o allá, me resulta intolerable, con estos antecedentes, que se presuma de selección, de bandera y de falso nacionalismo.
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