El Baskonia regresa a la senda del triunfo después de su derrota por un punto en Berlín y lo hizo anoche en un partido muy trabajado, de excelente baloncesto. El choque transcurrió sumido en la igualdad, sin que ninguno de los equipos asentara una superioridad ... evidente. El desenlace se presagiaba incierto por la buena aportación de ambos. Pero el Baskonia tiene a Howard, capaz de lo imposible. Él marcó la diferencia.
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Cuidado que hubo un buen comportamiento de otros jugadores que no perdieron la fe. Tanto Henry como Thompson asumieron y aportaron criterio al juego. Costello, Enoch, Dani Díez y Kotsar se aplicaron contra los problemas que ocasionaban los pívots valencianos. Y qué decir de Sedekerskis, que jamás defrauda. En fin, bastantes opciones sobre las que prestar atención. Pero Howard rompe con todo.
El partido transitaba por el último cuarto entre mínimas rentas hasta que saltó a la cancha. Fue como si todo el mundo, jugadores y espectadores, metiera los dedos en un enchufe. Se generó una energía colectiva contagiosa con él de protagonista. El último tiro desde un rincón del campo, con un ángulo imposible, por encima de dos defensores, es de esas canastas que se hacen eternas en la memoria. Además de servir para ganar, es en sí misma un espectáculo por lo imprevisible.
Los baskonistas dieron la sensación al principio de costarles, faltos de chispa, aunque según pasaban los minutos, la impresión se corrigió y fueron tomando el pulso a lo mucho que exigieron los de Álex Mumbrú. Su plan de partido, bien estudiado, no dejaba mucho aire a los vitorianos:una dedicada atención a Howard, control de la velocidad azulgrana a base, sobre todo, de su buen hacer dentro de la zona y bajarles la anotación. No dejarles llegar a los 90 puntos casi les da el premio.
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La victoria es valiosa y constata la confiabilidad que transmite el Baskonia. Personalidad y seguridad que cada vez maneja con más solvencia y mejores recursos. La mejora defensiva de los hombres sin balón es más efectiva. El uso de las rotaciones refuerzan una plantilla larga y sobre todo útil –(no podría ser de otra manera para jugar con este estilo– que de momento no parece haber alcanzado su techo. Si además tienes a Howard, el espectáculo está asegurado. ¡Qué final!
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