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El Baskonia llega al primer tercio de la temporada 2022-23 en una situación que ni los más forofos del lugar podían prever en septiembre. Una primera fase del curso que bien cabe valorarse como de sobresaliente. Los resultados conseguidos en la Euroliga (10 victorias ... por 5 derrotas) le permiten clasificarse en la tercera posición global con los mismos registros que el primero (Fenerbahce). En la ACB, el balance de 9-3 le sitúa en la tercera posición a una victoria del primero (Real Madrid). Además, las sensaciones transmitidas en el día a día rozan la excelencia.
Es obvio que el cambio es radical. Los baskonistas son otro equipo que nada tiene que ver con el pasado reciente. En un intervalo corto de tiempo muestra otra identidad radicalmente diferente. Donde antes se manifestaba crispación ahora se derrocha tranquilidad, la inseguridad se ha convertido en confianza y el atrevimiento es máximo al no existir el cuestionamiento frente al error. Solo se espera lo que cada jugador puede aportar, que por lo que vemos es bastante. Cada día se ofrece un poco más.
Esta vez funciona como nunca la sinergia entre fichador (Alfredo Salazar) y entrenador (Joan Peñarroya). Todos los nuevos fichajes valen y, unidos a los que estaban, configuran un conjunto fuerte, y no olvidemos que también largo, con muchos recursos. Un estilo propio, valiente en la concepción, donde el ritmo impera, sin estar enfrentado con el espectáculo. Y que para mantenerlo, es necesario que la plantilla sea larga. Eso es lo que contemplamos cada día: todos los jugadores se sienten útiles y valorados. No hay ninguno que no haya tenido presencia a lo largo de cada choque, lo que inevitablemente deriva hacia una implicación de los baloncestistas con el proyecto. Básico para desarrollar un estilo donde el equipo mejore a las individualidades. De esta manera, todo es más fácil.
Joan Peñarroya lo está haciendo muy acertadamente. Ha traído aire fresco a un equipo que necesitaba algo nuevo, que le sacase de situaciones enquistadas y repetidas en el tiempo que le impedían crecer. Dotándolo de un estilo propio, valiente en la concepción, con herramientas que la hacen diferente y cada vez más respetados por sus contrarios. Los resultados son tozudos y están ahí. No han caído de las nubes como lluvia fina; son consecuencia de unas propuestas que han colocado al Baskonia en unos niveles casi olvidados. No se puede pedir más.
Vendrán derrotas. Son parte de la naturaleza del juego y hay que convivir con ellas pero los de Peñarroya están en ese modo de hacer en el que hay que ganarles porque tienen y van a ofrecer argumentos suficientes para no perder. Si siguen fieles a su forma de jugar, es fácil vaticinar buenos y respetables tiempos. Es el estilo, amigos.
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