Un esbozo desvaído en tonos azul y grana

La directiva azulgrana evaluó el ejercicio anterior antes de meter lo justo el bisturí. Ponderó el baloncesto efervescente en el año I de Peñarroya al tiempo que torcía el morro frente a la falta de contundencia y remate después de esparcir tanto divertimento. De ahí que mantuviera dentro de lo posible la espina dorsal del equipo y acudiese al mercado para comprar el género restante. Siete permanencias, cinco incorporaciones y el decimotercer hombre por llegar. La idea consistía en extender ese estilo que devolvió la ilusión al Buesa Arena a la vez que inyectaba consistencia en los cimientos. Sobre todo mediante una batería interior renovada a la mitad.

La directiva alavesa comprobó la necesidad de armar un póker de pívots más físico, atlético e intimidador entre los 'veteranos' Costello y Kotsar más los fichajes del hiperactivo Moneke y el exuberante Diop. Mientras, y a la espera de otro timonel, disimulaba el cráter en la generación de juego que dejó Thompson con el traslado de su discreto y rotundo volcán desde Salburua hasta Estambul. Tras dos partidos inaugurales, y antes de presentarse a una parroquia que atestará mañana el santuario de Betoño, el Baskonia figura en la exposición como un cuadro por pintar.

De las cinco novedades cabe alegrarse por los apuntes que han proporcionado McIntyre y Chima. El primero cuajó un partido convincente en el Pazo gallego y, aun descendiendo sus prestaciones anteayer, volvió a mostrarse como un elemento fible. Físico para contener atrás y penetrar adelante, un tiro exterior más que aceptable y conexiones tan contadas como esperanzadoras con Kotsar y Diop. El segundo, puro baile de San Vito, muestra un don a la hora de armar números por encima de las sensaciones.

El otro trío presenta adversidades en distintos grados. Sobre todo preocupa, aun admitiendo el corto calendario recorrido, el bloqueo de Mannion. Pésimo debut contra el Breogán y apenas un boceto de mejora el miércoles. Al base italiano le cuesta dejar atrás a sus pares mediante el recurrente bote, no ha generado ventajas hasta la fecha y mira el aro con el temor del examinado. A sus bajas prestaciones se unen la timidez de Rogkavopoulos, el relevo natural de Giedraitis, y el arranque diésel de Khalifa, la gran apuesta del club por dinero invertido y duración de contrato.

En cuanto a los ya conocidos en la casa, división de opiniones. Desde la alegría de contemplar la mejor versión de Howard hasta la solidez con sordina de Kotsar o el irreconocible -para mal- Costello. El evangelista San Markus vuelve a alzarse como el redentor cuando el baloncesto colectivo no fluye por su capacidad para anotar de manera compulsiva, virtud a la que suma ahora un mayor empeño atrás. Pero el héroe de talla menuda necesita mucha más cooperación de la orquesta encima del escenario.