Baskonia

Dientes de sierra en la Bolsa azulgrana

Porque el vacío que deja el equipo vitoriano, la música de la fanfarre y su entusiasta afición parece un cráter de tamaño muy considerable. Sin duda, un fiasco mayúsculo -tercero en los cinco últimos años- como producto de la irregularidad alavesa en el torneo doméstico. Los datos no engañan y el equipo de Dusko Ivanovic concluyó la primera vuelta, la que sella los billetes para el torneo del k.o., en el noveno puesto. El mismo que ocupa ahora, balance de 12-10, cinco jornadas después. Un lugar inquietante, aunque reversible según el carácter del carnero.

El conjunto azulgrana necesita una estabilidad bursátil que hasta este paréntesis prolongado no termina de hallar. El gráfico en la pared de su vestuario muestra líneas quebradas como consecuencia de partidos redondos y actuaciones deficientes. Se mueve las dos últimas semanas igual que la corriente alterna. A entregas deslumbrantes, sobre todo dentro de la Euroliga, le suceden caídas de tensión en el frente doméstico.

Influyen el abrasador calendario de dos y hasta tres compromisos por semana y el crecimiento de la clase media en el mapa de la ACB. Clubes con ansia por subir en la escala social -casos de los dos canarios y el Murcia- que discuten de forma expresa la hegemonía histórica de las entidades futbolísticas, Unicaja, Valencia y el propio club de Betoño.

El Baskonia dispone de una buena plantilla que recuerda el problema de la manta corta cuando debe de abordar dos competiciones de exigencia máxima. Ya recordaba Joan Peñarroya que no existe reto mayor que la suma de las ligas española y europea. Y concentra en dos nombres propios, Markus y Chima, la solución y el problema. En dosis considerablemente superior la primera, desde luego. Dos versos sueltos de los que ha dependido, a menudo, la resolución de los encuentros. Estable en mayor medida el rendimiento del vital ala-pívot y voluble el del compulsivo escolta, quizá el anotador instantáneo más determinante de Europa.

El hueco de Sedekerskis

Para compaginar de modo adecuado los dos campeonatos se requieren cucharados soperas de energía. Es tal el listón físico que exige cada semana el torneo de las líneas aéreas turcas que al cuadro alavés de plantel justo y lesiones acumuladas le falta el resuello algunos domingos. Ocurrió en Tenerife y anteayer con la pésima puesta en escena ante el Joventut. En situaciones de alerta como estas adquiere aún más relevancia el hueco que con su baja laboral genera Sedekerskis.

El capitán lituano es como una mancha de aceite que cubre superficies enteras. Un hombre que rellena todas las casillas de la estadística y cuya fiereza reboteadora reduce el veneno adversario de las segundas y terceras jugadas. Y Dusko ha debido de añorarle aún más de medio mes hacia aquí.

A estas alturas del curso, nada menos que 48 partidos oficiales con un registro de 26-22, ya se puede hablar de un mal hábito adquirido. Me refiero a las concesiones de rentas a los oponentes en el arranque de las citas que el Baskonia confía en devolver a su cauce por la teoría de la dilatación. Dícese de aquella por la que todas las reacciones azulgranas caben entre las paredes de un compromiso. Pero ocurre que algunas tardes, la de anteayer sin ir más lejos, obliga al Baskonia a remar con la lengua fuera y la baba colgando para quedarse varado en el muelle.

Por ejemplo, el grupo del mariscal ha cedido trece de los veintidós cuartos iniciales en la ACB y la mitad de los disputados en el frente continental. Destacan los míseros ocho puntos en la visita del Gran Canaria o el 20-35 de la trituradora merengue, duelos terminados de mala manera. O los diez anotados en ese acto inaugural ante el Fenerbahce antes de someterlo en uno de los abundantes desenlaces cardíacos.