La Copa encumbra al químico de los Coras
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Ibon Navarro se suma a Pablo Laso como el segundo técnico vitoriano que alza el título en el torneo del 'rasca y gana'Va a resultar cierto el famoso latiguillo que alude a las vueltas que da la vida. Que se lo pregunten, si no, al entrenador de una moda con aspecto de permanencia en los banquillos. No un capricho fugaz con el que desfilar por la pasarela ... antes de caer al abismo del olvido. El 23 de enero de 2022 recibía el técnico, segundo vitoriano de tal cargo en alzar la Copa tras Pablo Laso, la noticia de su destitución en Andorra después de tres temporadas y media notables. Sólo dos semanas y pico después firmaba con el Unicaja por un curso y medio. Y al año y diez días de su apretón de manos con el presidente malagueño, el exárbitro de fútbol López Nieto, cuesta entender el retorno del club andaluz a la grandeza sin la labor fundamental de Pérez de Albéniz, su apellido por parte de madre. Hablamos de Ibon Navarro.
La cita de Badalona corona a un entrenador del que antes se ponderaba, sobre todo, la conducción de grupos. Navarro sale del campeonato efervescente del 'rasca y gana' elevado a un peldaño superior. La Copa lo acaba de coronar como el perspicaz estratega que llevaba dentro sin necesidad de proclamarlo a voz en grito. Una virtud de la que sabían quienes le conocen de tiempo atrás. Aquel chico que en edad juvenil ya entrenaba en el patio de Coras nutría un gusanillo insaciable.
Tanto como que se lanzó sin red en su día para dejar un empleo de químico que le correspondía por formación académica para decidir que las sillas eléctricas de los banquillos habrían de constituirse en su asiento de vida. Y traslada desde el laboratorio hasta las canchas la tarea de mezclar elementos en la probeta virtual con el ánimo de conseguir la pócima mejor.
Ibon empezó a entrenar en el colegio cuando sus compañeros sólo pensaban en colar canastas. Tomó a la generación del 83, creció siete años con ella y metió la Liga Vasca en las vitrinas de Corazonistas. Del piso, que dirían los argentinos, al cielo. Ingresó luego en las categorías inferiores del Baskonia y se formó a la vera de Neven Spahija, Dusko Ivanovic y Sergio Scariolo -palabras mayores- en la fundición del Fernando Buesa Arena. Ya antes había quemado etapas de meritoriaje como asistente en Tenerife, Menorca y Valencia.
Hasta que le salió por la puerta de toriles un morlaco de hechuras imponentes y cornamenta afilada. El adiós a Marco Crespi -mes de noviembre, cómo no- le dejó en los medios de la plaza con la muleta azulgrana. Una época que no disfrutó, según ha confesado él mismo en entrevistas posteriores. Siete meses en la factoría de Betoño y la decisión directiva de no extender su contrato más allá de 2015. Y de ahí, habiendo tomado ya la alternativa como primer espada, a los carteles pegados a los pabellones de Manresa, Murcia, Andorra y esta Málaga donde los aficionados enarbolan en las gradas fotos de Ibon con la corona celestial de los santos.
Al preparador alavés le faltaba ese toque diferencial que separa a los buenos de los grandes. El que para muchos pasa por esa prueba del algodón que llaman táctica. Y es en este ámbito donde ha dictado tres cátedras en el intervalo de cuatro días. Sólo su Unicaja entra en la historia como el club capaz de abatir dentro de un mismo torneo a Barça y Real Madrid antes de completar las tareas de demolición en la final ante el sólido Tenerife de Txus Vidorreta, otro cabeza de serie. A cada uno de ellos ha recetado los fármacos precisos.
La matrícula que acaba de obtener en la asignatura de estrategia a los ojos de tantísima gente se añade a su manera de conducir los grupos humanos, basada en la cercanía y las emociones. «Los quiero mucho», dijo sobre sus hombres nada más concluir la final de Badalona. Bastante más que buen rollo ha debido de inculcar en el vestuario del Martín Carpena. Eso y que San Valentín se acababa de celebrar porque Darío Brizuela confesó, ya con el título amarrado, que nunca había había pertenecido antes a un grupo de jugadores que se quisieran tanto.
Ángel Armentia, referente del baloncesto corazonista, ensalza la variedad táctica de Navarro, expuesta a corazón abierto de jueves a domingo. A su juicio, ha atacado los flancos débiles de cada adversario para revolcar todos los pronósticos. Y, aparte o como hecho muy relevante, destaca su afán perfeccionista. «Es un tipo majísimo, responsable y muy trabajador. Él pone el listón y los demás se tienen que subir al carro. Cuando jugábamos en el senior de Coras el resto no llegábamos a su nivel de exigencia y cuando perdíamos se llevaba unos rebotes de tres pares». Habla del blusa vitoriano, del rey de copas.
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