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Al Baskonia de la actual temporada, con Joan Peñarroya portando las llaves del coche patrocinado por Cazoo, se le reconocen virtudes incuestionables. El entrenador catalán apenas ha necesitado mes y medio para devolver el gen competitivo al club con el carácter como lema y modo ... de vida. En tan corto espacio de tiempo le ha recubierto de una identidad propia muy al gusto de la casa, un estilo reconocible que guarda coherencia entre el diseño de la plantilla y la forma en la que ésta se desenvuelve sobre la cancha. Un grupo concebido para avivar el ritmo, 'llegar jugando', correr, tirar y de anotación fácil a partir de la seriedad defensiva como entramado fundamental.
Hasta aquí todo estupendo. Pero el conjunto azulgrana necesita exprimirse al límite en todos los partidos, muy especialmente del frente continental, para disponer de auténticas opciones de victoria. De lo contrario cae ante tiburones que acechan en las aguas europeas y también frente a rivales que no parecen 'fijos' en la quiniela de los cruces primaverales. El cuadro del Fernando Buesa Arena lo ha comprobado en sus carnes magulladas tras los mordiscos de Asvel y Panathinaikos en sendas visitas a Villeurbanne y Atenas. Ya lo comentaba el maestro Pepe Laso en un artículo de opinión reciente que publicó este periódico, cuando aludía al Baskonia como -más o menos- un púgil del peso ligero.
La noche en la que el bloque alavés no clava los dardos en el centro de la diana desde la larga distancia sufre o debe de reinventarse. Eso o la claudicación sin atenuantes -valgan en cierto modo las ausencias de Enoch y Hommes- en esos dos viajes europeos que sirven como aviso a los navegantes de la trainera vasca. El grupo azulgrana padece cuando el adversario le cercena el dinamismo y le obliga a conducir con dos marchas de menos en la caja de cambios. Ahí pierde el equipo de Betoño buena parte de su veneno, problema muy agudizado la tarde en la que los triples -una de sus señas propias, arma de destrucción masiva en las manos de un plantel de tiradores- no entran. 6 de 25 en el viaje a Francia y 10 de 32 en el monumental OAKA, un pobre 28% de acierto combinado para un conjunto que se mueve habitualmente por encima del 40%.
En veladas a contraestilo, como las derrotas continentales fuera de los humedales de Salburua, el cuadro vitoriano requiere de mayor compromiso atrás. El equipo genera la impresión de que se desmoraliza lejos de su hogar para defender cuando el ataque no le fluye con la naturalidad que tanto le gusta. Lo manifestó Peñarroya -y lo suscribe la hinchada a pie de página- al término del fallido duelo con el Panathinaikos. En la Europa de la primera velocidad, y Asvel y el club del trébol no se sientan ahora mismo en la mesa de los máximos dirigentes, resulta «imposible» ganar si el oponente anota sesenta puntos en veinte minutos, los de la reanudación tras el paso por los vestuarios.
En esos casos, la escuadra competitiva y capaz de abatir piezas como las del Real Madrid (sin el incandescente Howard ese día) o Maccabi a base de pasar la hermosa trituradora azulgrana sobre el cuadro israelí se torna vulnerable. Cuesta identificar en el lote vitoriano de las jornadas mayores a los mismos integrantes -cierto que sin Hommes el último compromiso, unido a la larga ausencia de Enoch- del grupo menguante en los compromisos ajados. De ahí que el Baskonia altivo de las citas monumentales -ha deparado baloncesto eficaz y divertido unas cuantas jornadas- se reduzca a un grupo no tan difícil de dañar durante las noches frías. Cuando las secuencias a cámara lenta y la falta de puntería derivan en una bajada de brazos atrás ante ataques enemigos de lanzamientos liberados, retardo en las ayudas defensivas, mal balance y concesiones por el mismo centro de la zona.
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