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Será a partir de las diez de la mañana y mediante conexión telemática, tal y como dicta el manual de usos y costumbres del confinamiento que impone la pandemia del coronavirus. Los representantes de los once clubes propietarios de la Euroliga, los mismos que poseen ... una licencia A, se van a ver las caras a través de una pantalla con el objetivo de aunar estrategias comunes con un objetivo claro; tratar de cerrar la temporada que quedó suspensa tras la vigésimo octava jornada de la fase regular.
El núcleo duro de la Euroliga y verdadero órgano de toma de decisiones está formado por los siguientes clubes; Baskonia, Real Madrid Barcelona, Panathinaikos, Olympiacos, Zalgiris, Maccabi, CSKA, Anadolu Efes, Fenerbahce y Armani Milán. En estos momentos, ejercen también de voz común en la apuesta por concluir un curso que ahora pende de decisiones ajenas, las que tomen los diferentes gobiernos de cada país a la luz de la lógica expansiva del coronavirus. La incidencia dispar de la pandemia enturbia el porvenir competitivo. El calvario que atraviesan territorios como España o Italla contrasta con el aparente control de Alemania o la, de momento, escasa incidencia en Rusia. El de la Euroliga es un mapa extenso, una maquinaria que necesita de la estabilidad sanitaria de hasta diez territorios nacionales, con sus respectivas fronteras y espacios aéreos para retomar la actividad. La competición quedó suspendida hace dos semanas de manera temporal y se fijo una fecha mínima de retorno a la actividad, el 11 de abril. A la luz de la evolución de la crisis desatada por el Covid-19, se trata de una data demasiado optimista y que podría recolocarse en fechas más lejanas en el calendario después del encuentro de hoy.
No en balde, la máxima competición continental no se cierra a nada. Dependiente del mandato sanitario, el reinicio de la Euroliga podría llevar a la competición a meterse en un mes de junio tradicionalmente inhábil y que suele dejarse para el desenlace de las diferentes ligas domésticas. Encajar las prioridades de los clubes con competición europea con los que deben conformarse de forma exclusiva con los torneos nacionales será otro punto de fricción. Al final, el neovirus es el verdadero juez en la enésima guerra baloncestística.
En cualquier caso, la postergación de los Juegos Olímpicos de Tokio se convierte en una variable que puede dar oxígeno al calendario post-coronavirus. Será una cuestión a tratar en la reunión de propietarios de hoy, que también guarda aristas no menos conflictivas en la vertiente económica.
Al fin y al cabo, la pretensión de cerrar la temporada también responde a motivaciones monetarias y a la necesidad de los clubes por intentar restañar en lo posible el desfase presupuestario que abierto y la ola de recesión que se vislumbra. En este punto, los clubes también tratarán de orquestar un método de actuación común a la hora de pedir a los jugadores posibles reducciones de salarios. Volver a jugar puede ayudar a reajustar nóminas y mitigar una tensión entre los dirigentes y los baloncestistas que cada vez es menos disimulada. Durante la tarde de ayer, Mike James subrayó en su cuenta de Twitter la necesidad de «dejar de ser no realistas y despertar». «La temporada se ha acabado. Dejad de forzar algo que ya no es posible», criticó el base del CSKA. Confinado en su hogar de San Antonio, Tony Parker, dueño mayoritario del Asvel Villeurbanne, afirmó en una entrevista a 'L'Equipe' que «lo más inteligente es anular la temporada».
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