Carlos Pérez de Arrilucea
Domingo, 11 de febrero 2024, 13:48
El Carnaval como festividad transgresora tiende a poner a prueba los límites de la aceptación social. Luego, se dan ciertas situaciones confusas cuando se cruzan estereotipos de diferente prodecencia cultural. Un ejemplo perfecto lo pone Chima Moneke. Su imagen baloncestística es fotogénica como pocas, con el recogido de sus rastas, las gafas que recuerdan a algunos mitos ochenteros como Kareem Abdul Jaabar o James Worthy. Por eso, no es de extrañar que a la hora de elegir disfraz para estas fechas muchos vitorianos se hayan caracterizado como el ala-pívot azulgrana. La tendencia habla a las claras del cariño y el seguimiento que se profesa a un jugador que es pura emotividad sobre la cancha.
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Sin embargo, hay algún detalle que no le termina de encajar a Chima Moneke. «Aprecio a todo el mundo que se ha disfrazado de mí para el carnaval, pero no hace falta pintarse la piel de negro para demostrarme amor», ha proclamado en su cuenta oficial de la red social X (antes Twitter). En el mensaje hay agradecimiento, pero también una clara carga de reproche que alude a una práctica polémica en ciertos contextos culturales. Se trata del 'blackface', la costumbre de pintarse el rostro de negro que surgió en Estados Unidos a finales del siglo XIX. De ella se servían actores y actrices de piel blanca para reflejar estereotipos y caricaturizar a la raza negra.
En las representaciones teatrales ambulantes demoninadas 'Mistrel Shows' que recorrían Estados Unidos e incluso en los albores del cine en obras como 'El Cantante de Jazz', el maquillaje negro sobre una piel clara era el primer paso hacia la caracterización de un personaje estereotipado que convertía a la población negra en seres poco menos que analfabetos, objetos de humillación y sin aliciente positivo alguno en su personalidad. La toma de conciencia y el movimiento contra el racismo que se produjo en Estados Unidos en los años 60 terminó por convertir el 'blackface' en una práctica reprobable.
Nacido en Nigeria, pero con formación académica y deportiva estadounidense, Chima Moneke parece intentar mandar una lección de historia en su mensaje en redes sociales, aunque la motivación de los aficionados a la hora de elegirlo como protagonista de su disfraz carnavalero tenga más que ver con la devoción que con cualquier propósito racista.
Muchos de sus seguidores han comprendido el mensaje de Moneke y han achacado este hecho a que «debido a factores culturales e históricos, muchas personas aquí no entienden los problemas relacionados con el 'blackface'». Otros, sin embargo, han apuntado que «es Carnaval» y a que «cada uno puede pintarse la piel como quiera: blanca, roja, marrón, amarilla, verde... Es divertido y creo que no es ofensivo», han zanjado.
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