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Terence Morris le ofrecía el flanco izquierdo, pero San Emeterio no entró al trapo. Diestro cerrado, culminó la penetración por el lado del defensor blaugrana ... con un último rectificado que era como un garabato temerario. Ninguna lógica animaba a que aquel balón entrara en la cesta, pero lo hizo. Ojos como platos y un 78-78 a falta de cinco décimas. Falta pitada sobre Morris y un tiro libre para el cántabro, que reparte calma y contiene la euforia. El acierto desde la línea de 4,6 metros daba una última ventaja clave. Sin casi tiempo para reaccionar, el Barça logró poner en juego un balón que llegó a manos de Basile. Tiro desde su propio campo que alcanza el aro baskonista, pero sin la precisión suficiente como para aguar la fiesta que se desataba en el coliseo baskonista.
Ayer se cumplieron nueve años de la última gran fiesta del baskonismo. Aquel título cerró una década prodigiosa en la que la entidad azulgrana reforzó su reputación en la Euroliga y amplió su vitrina de títulos. En el intervalo entre 2000 y aquel martes de junio de 2010, el conjunto vitoriano caminó a paso de un título o, como mínimo, una final disputada por año en cualquiera de los frentes en los que competía. Fernando San Emeterio coronó con aquella cabriola imposible el que sería el tercer entorchado liguero ganado por la entidad de Zurbano. Aquella final, disputada ante un Barcelona que semanas antes había ganado la Euroliga, invistió a Tiago Splitter como MVP. Fue un broche soberbio antes de que, semanas después, iniciara su carrera en la NBA como jugador de los San Antonio Spurs. En el arranque de aquella campaña 2009-10, el alero cántabro estuvo con pie y medio en el Caja San Fernando antes de que el club vitoriano reconsiderara la decisión de desprenderse de él. De descarte a héroe y el guerrero con más fe de aquella milicia que dirigía Dusko Ivanovic. Aquel Baskonia que había caído en cuartos de la Euroliga contra el CSKA, hizo suyo el reto del montenegrino, que entró en el vestuario tras la derrota ante los rusos para decirles a sus pupilos que ahora tocaba ganar la Liga ACB. Como para llevarle la contraria.
Club poco amigo de las medias tintas, el Baskonia fue un ganador desbordante en la primera década del presente siglo para luego iniciar una larga sequía de títulos que aún perdura. Ninguno de los jugadores que se han sucedido en la capitanía azulgrana han podido repetir el gesto de alzar un trofeo que ejecutó Tiago Splitter aquella noche del 15 de junio de 2010. Los desvelos y las alegrías han ido de la mano, pero sin la explosión de euforia de un título. En la presente década, el conjunto azulgrana ha mostrado una versión más falible respecto a aquella máquina que siempre alcanzaba, al menos, una final al cierre de cada ejercicio.
Los esfuerzos de una primera competición continental cada vez más exigente puede que tengan algo que ver. No ha habido ampliación de vitrinas, pero la continuidad a medio plazo en la Euroliga se ha asegurado con la obtención de la licencia A. Cinco presencias en la ronda de cuartos en los últimos nueve ejercicios, con una clasificación para la Final Four de Berlín 2016. En la Liga ACB, el último desastre en primera ronda de los play off fue un doloroso contrapunto al subcampeonato liguero logrado en la campaña 2017-18 tras caer en la final ante el Real Madrid. Mientras, el vuelo de San Emeterio sobre Morris sigue siendo la última gran fotografía histórica a la espera que otra estampa que la sustituya.
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