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El pasado fin de semana se puso en marcha el baloncesto occidental. En Europa solo Alemania, que comenzó ese pasado fin de semana, y España han sido capaces de encontrar una fórmula para terminar tan singular temporada de forma digna. Lo fácil hubiera sido dejar ... a los aficionados sin baloncesto durante más de ocho meses. Asunto peligroso, todos sabemos lo corto que es el síndrome de abstinencia en cuanto a las diversiones, y nadie puede saber qué decisiones tomarían los aficionados después de un periodo tan largo sin el espectáculo.
La NBA, ese gigantesco negocio del que viven miles y miles de personas, también comprendió que había que tratar de retomar el hilo de la competición fuese como fuese. Vale la pena ojear cómo han compuesto el sistema para poner rúbrica a la temporada. Los 22 equipos mejor clasificados el día de la suspensión se trasladan a Miami. Inician el 31 de julio un torneo en el que juegan ocho partidos cada equipo para dar una clasificación definitiva. Por cuestiones de negocio los play off finales serán en series al mejor de siete, y calculan que, en el peor de los casos, las finales se alargarán hasta el 12 se octubre.
Capítulo aparte merece la sede. Todo el evento se desarrollará en el complejo de hoteles y pabellones que dispone Disney World en la ciudad del estado de Florida. Todo a una medida mastodóntica.
Algunas curiosidades de este colofón NBA: los jugadores tendrán libertad para jugar al golf y podrán comer en restaurantes al aire libre. Si algún baloncestista da positivo tras test de coronavirus, la Liga lo elimina del equipo para después ponerlo en cuarentena mientras el resto de compañeros sigue jugando. Los empleados de los hoteles no podrán entrar en las habitaciones y se calcula que se realizarán 15.000 pruebas del coronavirus durante una estancia que promete ser larga. Como comentario final, decir que la temporada 2020-21 se iniciará el primero de diciembre. Los descansos se acomodan a las necesidades empresariales.
Días atrás, comenté en referencia al reportaje de Michael Jordan que el baloncesto americano era un deporte de negros. Sin embargo, los jugadores más destacados de la NBA no se sienten discriminados, incluso ahora en plena efervescencia de manifestaciones tampoco son parte activa. ¿No será que tanto los norteamericanos como los habitantes del primer mundo somos más racistas con la pobreza que con el color de la piel o la raza de quienes nos rodean? ¿Pudo sentir nuestro querido Bennett en España alguna mirada como la que siente un mantero?
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