Dos batutas de las escuela balcánica

La cantera de entrenadores más prolífica del baloncesto europeo solo mantiene en la élite a dos integrantes esta temporada. Dusko Ivanovic y Dejan Radonjic, dos infantes de la escuela balcánica, miembros de la tercera generación o incluso la cuarta en el caso del actual técnico del Estrella Roja, que esta noche (19:00) volverán a verse las caras en el Buesa Arena. Dos batutas forjadas en su juventud en Podgorica y con capacidad para competir ante rivales de presupuesto superior.

A Ivanovic, aprendiz en la brillantez dinámica de la Jugoplastika de Split, doce años mayor que Radonjic, su trayectoria le acredita como una de las figuras más respetadas en la Euroliga actual. En proceso de volver a construir un equipo ganador tras varios años a la sombra de unos focos que tan bien le han sentado siempre en Vitoria. Su compatriota montenegrino formó parte de la terna de la que salió el sustituto de Perasovic tras la Final Four de Berlín y su marcha a Estambul. Querejeta, que ya le había sondeado en la convulsa temporada de Marco Crespi, se reunió con él y su representante pero el año de contrato que le restaba en Belgrado y su pobre manejo del castellano acabaron pesando en su contra.

Su carrera como jugador, un base de oficio, se desarrolló siempre entre Serbia y Montenegro. Fue de los pocos que no emigró y forjó su carácter a prueba de bombas. En 2005 decidió vestirse de traje y moldear las dotes de entrenador que mostró en la pista. Ocho exitosos años en el Buducnost y cinco aún mejores en el Estrella Roja le proporcionaron un caché importante en las plazas europeas. Por sus manos pasaron jugadores de la talla de Dubljević (Buducnost), Marjanovic, Kalinic, Guduric, Jovic o Micic, con los que llegó a las semifinales de la Eurocup de 2014 y a los playoff de la Euroliga en 2016, además de ganar tres Ligas Adriáticas y otras tantas serbias.

El valorado técnico balcánico, la versión más moderna de esa escuela clásica del baloncesto ordenado y exigente sobremanera en el rendimiento físico, se enroló en las filas de un Bayern emergente, con el que ganó la Bundesliga en 2018 y 2019, compaginadas con actuaciones continentales dignas. No lo fue tanto su comienzo de curso pasado, donde los germanos se adueñaron del farolillo rojo que le acabó costando el puesto a pesar de su buena trayectoria doméstica.

A los 51 años, tras un verano sin ofertas suculentas, ha acabado regresando a la que fue su casa. Un escaparate para volver a etiquetarse como un entrenador con pedigrí para la élite europea, después de que se le llegara a equiparar con Jasikevicius. A cargo de un conjunto con problemas serios de anotación (73,6 puntos por partido), pero en el que empieza a engomar su sello defensivo.

Radonjic apremia por la agresividad defensiva y el uso de un enorme derroche de energía con el objetivo de explotar las virtudes del colectivo. Una forma genuina de entender el juego, con una ética del esfuerzo que se mantiene en la media del exigente baloncesto yugoslavo. Similar a la que imprime Dusko Ivanovic a sus planteles. Escuela balcánica, identidad azulgrana.