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Los gurús que apadrinan los libros de autoayuda esbozarán una sonrisa de una oreja hasta la otra al valorar la temporada del Baskonia. Esas muletas del alma predican que el camino es más importante que la meta en el arte de vivir la vida. Pero ... ese modo beatífico de entender la existencia choca frontalmente o por alcance con la exigente cuenta de resultados que rige el deporte profesional. Y después del abrupto desvío azulgrana de la autovía al arcén, unas vacaciones indeseables y muy prematuras, cabe deducir que el maldito 'resultadismo' no cuadra con las bellas hechuras del baloncesto que ha facturado el Baskonia. El juego alavés que tanto ha dado que hablar para bien se presenta al juicio final con las manos vacías. Triste, si se quiere, pero cruda realidad según las normas del deporte al más alto nivel.
Pese a la tendencia a mover velozmente el péndulo de un lado al otro sin reparar en los matices, la temporada del equipo vitoriano alumbra parajes hermosos que, sin embargo, la conclusión drástica del ejercicio ensombrecen hasta sumirlos en la penumbra. Después de una campaña tan decepcionante como la anterior, el escudo del carnero ha recobrado la ilusión de una masa social alicaída a través de veladas al calor del hogar que permanecerán por siempre en la memoria del baskonismo, especialmente en terrenos de la salvaje Euroliga.
Un baloncesto bueno y bonito, un tanto liviano para las percusiones continentales, ejercido por el plantel de tiradores que construyó el club en verano y bien que ha abrazado el entrenador Joan Peñarroya. Un estilo vivaz, dinámico y lúdico, de transiciones y cuanto se conoce como llegar jugando para mayor gloria de un perímetro amedrentador bajo la efigie incandescente de Howard.
Resultaría verdaderamente injusto no ponderar la esperanza a través del baloncesto que ha vaporizado el bloque de Zurbano. Como absurdo eludir las carencias disimuladas por el atractivo papel de celofán que han conducido al Baskonia a despedirse a la francesa. Al grupo que ha maravillado en noches de azulgrana satén se le ha encasquillado el gatillo cuando debía de abatir piezas -metafóricamente hablando- en las fechas rotuladas con tinta roja.
Empezando por la Copa del Rey, ese torneo que viaja en el código genético de la entidad de Betoño. Cita a la que hizo pira el año pasado para dolor de la misma parroquia que en febrero se entusiasmó con 'la séptima' por argumentos para ello. Y en Badalona la escuadra de Betoño soltó un petardazo de traca valenciana. Continuando por el compromiso capitular y poco disputado en El Pireo aunque, en descargo de un equipo más que notable en Europa, justo es comprender la dificultad de la empresa. Treinta y tres jornadas dentro y expulsado el Baskonia del paraíso en la noche del juicio final. Y concluyendo con el inesperado desplome en la ACB ante el séptimo de la fase regular, un Joventut que le tiene tomadas las medidas para el traje de madera. Sin duda, el gran chasco.
Al bloque de Peñarroya le cobraron facturas en Europa sus caídas de tensión a plomo lejos de Salburua. Y, tanto en las dos competiciones de rango mayor como tras el efímero paso copero, una defensa por debajo del radar. Me refiero a contenciones insuficientes según los cánones del club alavés. En la planta noble se reclamaba más dureza atrás, aunque la composición de la plantilla incitaba a ganar los partidos con las lunas delanteras del avión en vez de alardear de parachoques traseros.
En la columna del haber conviene escribir de las certeras contrataciones estivales. Sobre todo por el fichaje de Darius Thompson, un excelente base para la historia de un club que alardea de guías estupendos. Pero también, cómo no, el insólito 'fenómeno Howard' y la solvencia de Kotsar. En el listado del debe, la involución acentuada de Enoch, un pívot de aspecto imponente con enormes lagunas defensivas y sensaciones de moverse un par de marchas por detrás del resto. Y el 'caso Henry', que de formar una pareja estelar con Darius pasó a la neblina del limbo por un control de dopaje de cuyo resultado nada se sabe meses después.
En una posición delicada para continuar, puesto que es objeto de debate interno. Peñarroya ha completado una buena labor como hábil conductor de grupos y por su fe con la boca grande en el valor de las rotaciones. Su ambición casa con la del club que precisamente buscaba eso en él, pero la directiva quizá le pida explicaciones por una defensa colectiva mejorable y según el martillo de los resultados. La forma contra el fondo. Hermosos fuegos de artificio, y que nos quiten lo bailado, que a la hora de las valoraciones no recogen ninguno de los premios reservados a las pirotecnias más contundentes del baloncesto continental.
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