Neven Spahija durante su primer entrenamiento al frente del Bitci Baskonia. Baskonia

Reconsiderar la arquitectura

Análisis del Baskonia ·

El club necesita acercarse a la tendencia ya mayoritaria en la Euroliga que prima la construcción de plantillas de talla XXL

Martes, 16 de noviembre 2021, 18:28

Sellado el despido de Dusko Ivanovic, imagino más de un suspiro de alivio en las entrañas del Buesa Arena y dentro de una parte importante de la plantilla azulgrana, que si algo ha demostrado en los últimos tiempos es no tener demasiada gana de seguir ... comulgando con las tablas de la ley del montenegrino. Adiós a la rigidez, a los gritos y a los aires castrenses. Bienvenido Neven Spahija, el hombre que acuñó en su momento aquello del 'play happy' en la ya lejana temporada en la que el Baskonia ganó el segundo título liguero de su historia. Les refrescaré la memoria sobre los capítulos de aquella gesta. El croata fue manteado por sus jugadores sobre el parqué de un Buesa Arena, convertido en una fiesta tras ganar la final al Barça. El triunfo dio paso a la correspondiente celebración nocturna, con su cena de confraternización y un par de rondas, más que merecidas, en la calle San Prudencio. A la mañana siguiente, se le notificaba a Spahija que el club azulgrana tomaba la decisión de prescindir de su servicios. Así, sin anestesia.

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Los hay que dirán que aquello es agua pasada. El Baskonia dijo entonces adiós a un técnico ganador para reabrir la segunda etapa de Dusko Ivanovic. Entonces, los métodos del croata no convencían por mucho que hubieran llevado a un título. Ahora, vuelven a unirse los caminos del entrenador de Sibenik y de la entidad azulgrana. El destino tiene su retranca. Puede que la diplomacia con los jugadores que entonces se le reprochaba a Spahija sea ahora necesaria. Con el golpe de timón, al club vitoriano no le queda otra que vivir al día, pendiente de los resultados para no perder el tren de la temporada, atento a las constantes vitales de un equipo enfermo.

Hay que intentar salvar la clasificación copera y no dejar morir el sueño de alcanzar los cuartos de final de la Euroliga. Son objetivos en los que el club coloca el listón de su ambición. Respecto al primero, el baremo es lógico. Sobre el segundo, cabría mayor discursión. En el 'via crucis' de las últimas semanas, Ivanovic se encargó de desgranar de manera pública las debilidades de la plantilla para mantenerse en pie en la Euroliga con una franqueza descarnada, la misma que seguro que generó más de un gesto de contrariedad en la zona noble. Un base que no es base (Baldwin), unos pívots que suspenden en una asignatura básica como el rebote y cierta carencia física para abordar las duras batallas continentales. Vamos, que puede haber talento, pero también falta algo de músculo, liderazgo, intimidación y todo lo demás. De trasfondo, la inquietante sensación de que la plantilla que lucía tan ilusionante en verano se ha quedado en algo más de andar por casa una vez retirado el envoltorio. Entre que si se opera o no Peters, si colocamos a Baldwin en una u otra posición, si nuestro 'center' es Nnoko o Enoch o si Costello puede subir un escalón, la Euroliga ha atropellado al Baskonia y se ha llevado por delante a uno de sus grandes mitos. Esa misma Euroliga que, al fin y al cabo, es el escenario en el que la directiva azulgrana examina cada uno de sus proyectos.

En el presente curso, lo fácil sería lanzar dardos a la actitud de algunos jugadores. Algo de eso puede haber, dada la repentina y sospechosa reanimación ante el Estrella Roja. Pero también ha quedado claro que este Baskonia no va sobrado de recursos para competir en una Euroliga que muestra plantillas cada vez más robustas y largas. Es una tendencia que marca la competición en los últimos años y a la que el club azulgrana no termina de subirse. Su pelea contra gigantes es encomiable, pero también cada vez más desigual.

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En la caída protagonizada en las últimas semanas ha sido aplastado por equipos que, más allá del carácter, han sido mucho mejores, tanto en lo colectivo como hombre por hombre. Llegará el tiempo de la reflexión en las oficinas del Buesa Arena, pero hay un hecho claro: cada vez resulta más complejo para el Baskonia disponer de opciones reales para estar entre los ocho primeros de la Euroliga. Semejante meta precisa de un grado de acierto altísimo y de que las responsabilidades de ganar cada partido recaigan sobre una tropa más amplia. Cierto que todo esto requiere dinero; pero también imaginación, dedicación y mucho trabajo. Mejor potenciar estas virtudes y no dar por hecho que una licencia A todo lo arregla.

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