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La cancha del Anadolu Efes certificó el sentir con el que salieron los espectadores del Buesa Arena en aquel infausto 12 de diciembre. El condenatorio ... tres más uno de Clyburn, tan molesto como un callo, apagó la llama de un play off que el conjunto azulgrana certificó el curso pasado de manera brillante. Durante los meses de verano, el equipo perdió su estilo reconocible y su alma guerrera, con Markus Howard como arma de destrucción masiva, y su evolución colectiva ha sido tan limitada como la influencia del astro estadounidense.
Sin el brillo de la principal estrella (de 19,5 puntos a 12,1), y con una plantilla abocada a las desconexiones y a la inconsistencia, el conjunto de Laso ha protagonizado una espiral derrotista causada por sus devaneos y su mal de altura. Hasta la fecha con un 41,9% de victorias, solo por encima del 37,5% de la temporada 2021-2022 si se computan las cuatro derrotas ante los equipos rusos, invisibles para la máxima competición continental. Su anterior pero porcentaje fue el 42,9% de la temporada 2019-2020, cancelada por la irrupción del coronavirus.
El equipo contestatario a las anuales predicciones de inicio de curso que siempre le colocan lejos del top 8, algo acorde a su presupuesto limitado, ha hecho buenos este curso los pronósticos. La escuadra vitoriana viaja ya sin opciones clasificatorias con todavía tres jornadas por disputar. Difícil escapar del aroma de decepción al comprobar que no ha sido la fortaleza del resto de conjuntos la que ha provocado la temprana 'eliminación'. Si no más bien los propios pecados de un bloque con falta de liderazgo, personalidad y riqueza baloncestística.
Los desatinos comenzaron en Francia. Aquella dolorosa derrota ante el Asvel o el partido de París ante el que todavía era un equipo mundano, con el nefasto 1 de 26 en triples, marcaron un inicio titubeante. El Baskonia terminó de padecer su característico vértigo de noviembre con las malas derrotas en casa ante el Efes y el Mónaco, y terminó de pagar su mal de altura en los dos encuentros ante la Virtus de Dusko Ivanovic. El equipo italiano suma siete victorias en total, dos contra el Baskonia.
A partir de ahí, los de Laso navegaron a contracorriente y terminaron por naufragar en Berlín, el puerto aparentemente más sencillo en el que atracar. Lo que podían haber significado varios partidos de recolección se tradujeron en resbalones fatídicos. Todos los equipos tienen partidos señalados en los que la victoria se les escapa de las manos cuando parecía amarrada. En el caso del Baskonia, la cuenta es larga si también se tiene en cuenta la noche en Madrid, con el triple con pasos de Hezonja y demás situaciones arbitrales, o las veladas en Zurbano ante el Olympiacos y Estrella Roja.
Bajo las paredes del Buesa Arena quedaron las mejores noches, ante París, Panathinaikos (vuelta al ruedo incluida) y Bayern, la más reciente. Actuaciones puntuales que no han servido para contener la hemorragia y el dolor de la puñalada de Clyburn, que no ha tenido cura. Sin Copa del Rey y sin aspiraciones en la Euroliga, al Baskonia ya solo le queda la ACB para salvar la que puede ser su peor temporada en décadas de historia. Con un curso continental en el que sólo Nikos Rogkavopoulos ha mostrado su mejor cara, y donde se han echado en falta mayor regularidad en muchas piezas y apartados del juego. Las palabras que más empleaba Laso en las comparecencias previas era consistencia y solidez. Tras los partidos, errores y resignación.
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