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Una de las rocas más duras del baloncesto continental hecha añicos sobre el parqué del Buesa Arena. El rostro depresivo de un genio como Vassilis Spanoulis junto a la frustración para nada disimulada de una máquina de competir como Giorgios Printezis. Y el Baskonia, victorioso ... y tirano, pleno de frescura y con un baloncesto de altísima factura saliendo a borbotones por todos sus poros. Lo trepidante del calendario apenas deja digerir ciertos banquetes, pero la de este viernes va a quedar en el paladar del aficionado presente en el Buesa Arena, que contempló cómo su equipo reducía a escombros al coloso del Pireo. De esas noches que no se olvidan.
No es para menos, el conjunto azulgrana fue una apisonadora implacable que aplastó al Olympiacos de una manera totalitaria, sin apenas opción a que su rival pudiera encontrar una rendija por la que colarse en el partido a partir del segundo cuarto. Esa personalidad de equipo que nunca se rinde, metódico en su tarea de desgaste defensivo y que cuenta con el aguijón letal de algunos de los mejores jugadores del continente en su puesto, quedó arrancada de cuajo. Por momentos, el choque trasladó una marcada sensación de irrealidad. No tanto por la brillantez del Baskonia, verídica y palpable, sino por lo empequeñecida que quedó la estructura del Olympiacos, el mismo rival que tantas veces ha impuesto su ley ante el aspirante vitoriano.
Baskonia
Granger (5), Beaubois (13), Timma (-), Kevin Jones (-) y Poirier (13) -cinco inicial-, Voigtmann (19), Janning (8), Garino (7), Shengelia (9), Diop (6) y Vildoza (6).
86
-
54
Olympiacos
Spanoulis (6), Mantzaris (6), Papanikolau (5), Printezis (13) y Milutinov (6) -cinco inicial-, McLean (5), Strelnieks (1), Roberts (2), Papapetrou (3), Wiltjer (-), Hollis Thompson (5) y Bogris (2).
Parciales 16-21, 20-9, 36-14 y 14-10
Árbitros Luigi Lamonica (Italia), Olegs Latisevs (Letonia) y Milan Nedovic (Eslovenia). Eliminaron por faltas personal al visitante McLean (min. 36).
Incidencias Partido correspondiente a la decimoséptima jornada de la Euroliga disputado en el Fernando Buesa Arena ante 10.722 espectadores.
Los hombres de Pedro Martínez funcionaron como una orquesta atronadora, alzando un muro defensivo de granito para después ser un grupo irrefrenable en ataque, capaz de correr la cancha y con un rendimiento unísono en cada uno de sus miembros. Luca Vildoza y Garino para sellar desequilibrios emergieron de las sombras, Rodrigue Beaubois anotó y repartió mientras que Johannes Voigtmann y Vincent Poirier fueron un dúo interior complementario y letal.
Apenas hubo mecanismo que fallara en el entramado azulgrana más allá de un arranque tibio. El Baskonia se vio obligado a remar contracorriente tras verse con un 0-8 en contra cuando apenas se habían disputado dos minutos de juego. El Olympiacos marcaba su primera ventaja para administrarla sin problemas durante un primer cuarto en la que los azulgranas trataban de sacar la cabeza de la mano de la buena actividad interior de Voigtmann y Poirier.
El alemán segregaba rabia y deseo de reivindicación. Cerró el capítulo inicial con una canasta doble (16-21) y abrió el segundo con una acción de 2+1 que elevaba la temperatura del Buesa Arena. Para entonces, Vildoza era ya la apuesta como primer reemplazo de Granger. De la lista de dudas debido a un golpe en el soleo, el joven argentino pasó a primera línea de escena sin absoluto desentonar. Su compatriota Garino se encargó de elevar el nivel de intensidad. El Baskonia trataba de recortar distancias. Se acercaba, pero el Olympiacos siempre encontraba un recurso para mantenerse a flote. El choque se endurecía mientras el trío arbitral repartía decisiones con parcialidad sospechosa. Poirier retornó a cancha y Garino anotó su primer triple como baskonista para dar la primera ventaja a su equipo (32-30, minuto 18). No se quedó ahí el hombre enmascarado, febril en las recuperaciones de balón y capaz de acelerar el juego en transición. La bendita locura de Garino permitió al Baskonia alcanzar el descanso con un 36-30 a favor y la interrupción del descanso solo sirvió para preparar la tormenta perfecta que caería sobre el Olympiacos durante toda la segunda parte. Granger agitó primero las aguas, Voigtmann se agigantó bajo los aros y el Baskonia terminó por entrar como una perforadora en uno de los corazones más duros de la Europa baloncestística.
Rendimiento orquestal No hubo héroes solitarios en el Baskonia. Garino y Vildoza supieron sostener al equipo y Voigtmann y Poirier fueron un puñal interior. Todos aportaron en las filas azulgranas. Rebote y velocidad
Rebote y velocidad El Baskonia fue un equipo serio en defensa y también fue capaz de romper la guerra de trincheras que suele planear el Olympiacos. Del rebote llegó la transición y el dinamismo en ataque.
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