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Rogkavopoulos y Diop entregaron un balón a cada niño. Jesús Andrade

Diop y Rogkavopoulos salen al recreo

Los dos jugadores del Baskonia contribuyen a pasar una jornada inolvidable para los 160 chicos del colegio Calasanz-Escolapios que compartieron cancha con ellos

Martes, 28 de enero 2025, 18:15

Nikos Rogkavopoulos y Khalifa Diop son los referentes de muchos niños y niñas vitorianos y la envidia de sus padres. Los dos jugadores baskonistas han descubierto el poder de que 160 chicos y chicas de 10 y 11 años les atiendan sin rechistar. Si el griego levanta el balón, todos los niños de quinto y sexto del colegio Calasanz-Escolapios le imitaban. Si el senegalés habla, todos escuchan y aplauden cuando termina su discurso. Su altura les fascina. «Siempre me preguntan que qué cómo para ser tan alto», cuenta con una sonrisa. Su amabilidad les cautiva.

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Los baskonistas participaron en una iniciativa promovida por la Euroliga y Motorola en la que los más jóvenes, tan contentos, fueron los protagonistas. Para casa se llevaron un balón, una camiseta de promoción de la acción y una postal firmada. Para el recuerdo, una jornada imborrable que rememorarán con el paso de los años.

Los chavales han arrojado por la boca los nervios de toda la mañana cuando apenas pasaban unos minutos de las tres. Desde la grada veían como Diop y Rogkavopoulos se agachaban para entrar por la puerta del polideportivo del colegio vitoriano. El senegalés con actitud del mesías, de dejen que los niños se acerquen a mí. Tiene experiencia. Es el embajador azulgrana del proyecto del club 'One Team' que utiliza el baloncesto como herramienta integradora de colectivos en riesgo de exclusión social. «Es lo menos que puedo hacer. Por los niños, lo que haga falta», señala el pívot.

El griego se estrenaba en estas lides. Su todavía falta de comprensión del castellano le dificulta la comunicación pero su compañero le ayuda. Los niños le preguntan. ¿Con qué palabra definirías al Baskonia? Rogkavopoulos duda. «A veces te hacen preguntas que tienes que pensar antes de responder», se ríe Diop. «Montaña rusa», señala el heleno apurado, que lo acompaña el gesto de arriba y abajo. Los chicos se revuelven en sus sitios. Cada vez que escuchan abrirse la puerta giran la mirada para ver si es algún otro jugador. Están en un sueño.

Cuando llega el momento de jugar, son dos niños más sobre la cancha. Los pequeños piden un mate. Diop cumple. A una mano. El bullicio es ensordecedor. Rogkavopoulos, mientras, se enzarza con los triples. No le entran. 'Uy'. 'Uy'. «Si falla un tiro no para hasta meterlo», explica el pívot africano. Al final metió dos seguidos, pero su mayor satisfacción era chocar la mano de cada niño y niña. «Prefiero esto que estar en casa sin hacer nada», afirmó el senegalés, que a la edad de los alumnos de Escolapios aún jugaba al fútbol en Dakar.

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