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Baldwin tuvo una riña con Heurtel en el partido de la primera vuelta de la Euroliga igor martín

Baldwin y el sudoku que no resolvió Heurtel

La enredada situación del estadounidense recuerda a las tiranteces del francés con el Buesa Arena, que antepone la implicación a la calidad de sus jugadores

Viernes, 18 de febrero 2022, 00:30

Wade Baldwin es el centro de las miradas en el Baskonia. En el último partido ante el Betis, los puntuales pitos de otras citas en el Buesa Arena se convirtieron en una constante cada vez que tocaba el balón en el último cuarto, con la ... victoria decidida después de ocho derrotas en diez partidos. Los silbidos no son mayoritarios, pero sí la desaprobación mediante murmullos y aspavientos cada vez toma una mala decisión o no se emplea con energía en defensa. Una atmósfera insalubre que contrasta cuando el año pasado todo el continente alucinaba con sus actuaciones en el Bayern. Solo Micic, el MVP, anotó más puntos en la Euroliga.

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El base de New Jersey llegó en verano a Vitoria decidido a todo. «Un año es suficiente para demostrar de lo que soy capaz de hacer», dijo en su presentación. Desprendía hambre. Habló de levantar títulos. Es ambicioso. Sueña con la NBA y vio aquí el trampolín ideal que otros usaron antes. Lo que no se imaginaba es que en poco tiempo iba a pasar de ser uno de los jugadores más determinantes de Europa a ser abroncado por su propia afición.

Las expectativas enseguida se desinflaron entre severas derrotas, inadaptación pero sobre todo, un lenguaje no verbal brusco y una actitud controvertida. Son estos dos últimos los que hacen recordar su enredada situación a la que vivió Thomas Heurtel en el final de las tres temporadas y media de azulgrana.

Su contexto es diferente. El galo recaló en Vitoria con 22 años siendo todavía una promesa, aún inmadura tras unos años buenos en el baloncesto francés y Alicante. Con su incuestionable talento, se convirtió en la referencia de un Baskonia en crisis. Elogiado en sus inicios, su carácter visceral le acabó jugando una mala pasada y es ese el punto de encuentro entre Heurtel y Baldwin, que ya intercambiaron y demostraron pareceres con una riña en el partido de la primera vuelta en la Euroliga

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El base Béziers, que fue traspasado al Efes, salió escaldado del Barça y ahora defiende la camiseta del Real Madrid, vivió bajo la lupa permanente del Buesa Arena. La afición le recriminó durante sus últimos meses no tanto su determinación para rechazar la renovación sino su comportamiento sobre la pista. Entre las noticias de su posible marcha, su irregular rendimiento y su postura indolente constituyó el blanco de la ira de la grada en uno de los momentos más bajos del Baskonia moderno.

El actual le hace sombra y salpica a Baldwin, al que muchos ven en él a una especie de culpable de casi todos los males del equipo vitoriano. La cruzada de los seguidores con el jugador, que se mantiene impermeable a la crítica y con una convicción ciega en sus facultades, ha creado un caldo de cultivo muy peligroso alrededor de su figura que parece complicado de remediar de aquí a final de temporada, cuando termina su vinculación con la entidad azulgrana. Un misterio que Heurtel fue incapaz de resolver, saliendo por la puerta de atrás y despertando más discrepancias que cariños cada vez que regresa a Zurbano.

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Mejor sin él

El enigma del estadounidense es más un sudoku por su vínculo con los números. Milán, el OAKA, Zaragoza, Badalona y varios partidos como local han sido escenarios en el que el base ha maquillado sus cifras en los minutos finales, aprovechando la relajación del rival ante una victoria decidida. Una respuesta tardía que se le recuerda por encima de los partidos contra el Andorra, Bilbao Basket, Sevilla o Múnich, donde dejó su sello para ganar el partido.

Más allá de los guarismos, que apuntarían a Baldwin como el mejor azulgrana de año, existe la impresión de que el equipo juega mejor sin el que estaba llamado a ser su estrella. Una percepción que la estadística del +/- revela, siendo positiva en la ACB. Sus condiciones físicas y técnicas son excepcionales y nadie niega su verdadera clase. Ni siquiera sus críticos más feroces, mientras que para los tripulantes de su barco se ha convertido en acto de fe defender su condición de indispensable ante su nula adaptación al destino que eligió para ganarse el derecho a volver a la NBA. Allí deambuló durante tres temporadas, sin alcanzar nunca el papel relevante que se espera de una primera ronda del draft (puesto 17) y que fue cortado solo un año después de la elección.

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Otros señalados

Algo tan inusual como que una afición pite a uno de los suyos, una situación que tiene varios episodios en los últimos años en el Buesa Arena, que antepone la implicación a la calidad de sus jugadores y entrenadores. Así se lo hizo saber a Velimir Perasovic al inicio de su tercera etapa en el banquillo azulgrana, con el público molesto por las formas en las que se produjo su salida al Efes.

Pablo Prigioni también tuvo una buena dosis después de su polémico salto al Madrid. Antes, la grada no les pasó ni una a Jerome Allen y Robert Conley (sustituto de Hansen en 2004), y fue más condescendiente con Mike James y Darius Adams. Y es que pasar de puntillas en la posición de base es más complicado que ganar la Euroliga.

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Hay más casos. Teletovic recibió algún silbido por tirarse algún triple de más y Will McDonald, ración doble. Primero, por bajo rendimiento y después, por su indisciplina. Johannes Voigtmann, por sus pérdidas de balón en la semifinal de la Copa de 2017, y Bozidar Maljkovic, cuestionado por sus decisiones en la Final Four de Atenas de 2007, también vivieron su propia penitencia.

Al final, la mayoría fueron indultados gracias a su dedicación, como le ocurrió a Dejan Tomasevic, que levantó muchas expectativas y fue muy criticado en sus primeros meses. Luego lo solucionó proclamándose MVP de la Copa del Rey del 2002. Una bala de la que no dispone Baldwin, al que el reloj de posesión del Buesa le atosiga a hacer un cambio de dirección en su beneficio.

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