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La secuencia es inolvidable para cualquier aficionada o seguidor del Baskonia por mucho que se empeñe en mandarla al camarote de la amnesia. Empate en la final de la ACB ante el Barça, pelota en las manos elevadas de Polonara, puerta atrás de Vildoza a ... Kuric que deja al rival tiritando por la corriente de aire y 'la canasta' por antonomasia -junio de 2020- tras el pase inteligente y tenso del ala-pívot italiano.
Al menos, tan importante como aquel '2+1' una década antes de San Emeterio para levantar la tercera. La dejadita de Luca contra el tablero de La Fonteta después de un movimiento magistral y a traición (por la espalda) representó la cuarta del club alavés en el líquido amniótico de Valencia, sede elegida para resolver un torneo mordido por la pandemia mediante el formato copero que tan bien encaja con la identidad vitoriana. Pero, ojo, que todos los participantes conocían las reglas del juego que los involucraban por igual.
De aquel plantel sólo quedan en el Baskonia Granger y los canteranos Kurucs y Sedekerskis, entonces más actores de reparto que ahora. Y en la primavera de 2021 demostró la NBA su auténtica aptitud para pescar en los mejores caladeros europeos sin aparente dificultad. Deck y Campazzo desde Madrid o Luca en el virtual puente aéreo Foronda-Nueva York. Sin culminar su cuarta temporada como azulgrana, el exterior marplatense que ya arrastraba secuelas físicas se despidió del también imponente Buesa Arena para saludar al templo sagrado del Madison Square Garden.
Hasta allí lo había conducido un talento irrebatible. Cuesta hallar a alguien que minusvalorase el enorme potencial de Vildoza en el universo anaranjado. Dueño de una calidad a prueba de debates estériles, el argentino mostraba jerarquías y ascendencias en el 'uno contra otro', a través de penetraciones tras el bote y clavando piezas de artillería lejanas. Quizá no tanto como un consumado lector del juego, pero sí en la línea del baloncesto moderno. Este juego actual de demarcaciones líquidas que exige puntos a los bases desde la conciencia de que resultan amenazas para las defensas rivales por sí mismos. Más ejecutores que los clásicos directores de orquesta con la pelota en una mano y la batuta en la otra.
Luca firmó con los Knicks, franquicia que dilapida dinero en forma de disparates, el 5 de mayo de 2021. Este martes hizo un año de aquello. Pero la pelma lesión en el pie derecho le impidió siquiera debutar con la camiseta blanca o azul y letras naranjas de Manhattan. De hecho, el 3 de octubre anunció la gerencia neyorquina la desvinculación con el autor de 'la canasta' azulgrana y las incertidumbres ya se habían apoderado para entonces del jugador.
Acudió a los Juegos Olimpicos, lo que perjudicó sus opciones de retornar pronto a la competición por al arco siempre incierto de la NBA. Llegó a rehabilitarse en Vitoria, pero a su figura le acompañaba ya el aura del enigma. Por ejemplo, qué sería de tan prometedor base que era presente continuo y proyección futura tras tantos contratiempos físicos.
De pronto, un hombre que sujetaría con las manos alzadas su gran cartel en el importante feudo de la Euroliga -imaginen tortas metafóricas por contratarlo- no actuaba aquí ni tampoco el otro lado del Atlántico. Hasta recibir la llamada de los Bucks, actuales campeones de la NBA. Allí compartirá vestuario con el imperial Antetokoumnpo y los exteriores Holiday y Middleton. Casi nada para el chico que remató la cuarta Liga azulgrana, otra muesca de orgullo en las vitrinas de la entidad alavesa.
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