Dusko Ivanovic y Xavi Pascual no se saludarán esta tarde como dos señores que acaban de conocerse. El apretón de manos entre ambos hoy en San Petersburgo tendrá mucho de evocaciones pretéritas. Porque ambos fueron contactos estrechos, tanto que el técnico de Gavá ... actuó casi tres temporadas como asistente del entrenador montenegrino sobre el parqué del Palau Blaugrana. Era aquella época en la que los dos grandes clubes de fútbol con secciones de la canasta reparaban de tal manera en el Baskonia que invadían el umbral de fichar sus baloncestistas.
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También sacaban el talonario del bolsillo interior de la chaqueta para atraer a la causa culé a preparadores con dotes sobradamente demostradas bajo la cúpula entonces del Fernando Buesa Arena. De aquí viajaron a la capital catalana el añorado Manel Comas primero y el mariscal después y, por medio, el Real Madrid sedujo a Sergio Scariolo.
choque de estilos
Así que la hermosísima ciudad de los zares reúne alicientes de rango mayor. El primero y más relevante, que el duelo supone una auténtica 'final anticipada' en el meritorio empeño alavés de colarse -aunque sea en el último vagón y con el tren en marcha- dentro de las eliminatorias anteriores a la 'Final Four'. Nada menos que sentarse a la mesa del selecto 'club de los ocho': Para ello necesita vencer esta tarde y aprovechar la inercia de ese hipotético triunfo con el fin de seguir nadando hasta el muelle. Porque una derrota podría dejar a los remeros de Ivanovic a bordo de una embarcación con destino a ninguna parte. Y ya si eso, que se suele decir, ir a voltear un 'average' desfavorable por el 70-77 para un cuadro ruso sin grietas en la ida.
Cierto que el Zenit se encuentra en plena trayectoria descendente, proporcional a la escalada baskonista de seis éxitos en las siete últimas citas. Pero no olvidemos que el duelo de hoy le enfrenta a un conjunto de Pascual con todo lo que ello significa. A saber: un bloque de costuras sólidas, intenso y serio atrás como se presupone a todo equipo del estratega catalán, atento a los detalles y sin alharacas de artificio. Los aficionados a los que les va la marcha acusan de aburrida la propuesta del de Gavá, pero creo que arma estructuras rocosas y más buenas que bellas en una cancha de baloncesto.
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La entidad que representa a una de las 'Venecias del Norte' tratará de impedir que el ejército de Dusko muestre su gen de velocista. Xavi es experto en doblar la cancha por la mitad, más cuando enfrente se alinea una escuadra que aspira bocanadas de oxígeno a la carrera. No engaña y, en cambio, el entrenador montenegrino maneja dos 'mantras' que encierran una verdad absoluta (la agresividad defensiva) y otra media mentira. Me refiero a 'la paciencia en ataque' que siempre reclama mientras espera que sus chicos corran la pista al ritmo de las balas humanas en busca de la canasta instantánea. Sin contemporizar con el reloj de posesión.
Ruptura blaugrana
Volvamos a los caminos perpendiculares y paralelos de los dos tipos que manejan ambas plantillas. Ivanovic emprendió el viaje de 560 kilómetros hacia el Este en el verano de 2005 y allá le presentaron a Xavi como su ayudante de cámara. La estancia del montenegrino en el Palau distó de entenderse como unas vacaciones en el balneario. El público desertaba del recinto anexo al Camp Nou y en dos temporadas y media de Dusko allá, el Barça levantó una Copa. Destituido el de Bijelo Polje, el actual jefe del Zenit tomó durante ocho campañas las riendas de la sección, donde se proclamó el técnico más joven en levantar el máximo torneo continental (2010) y conquistó cuatro Ligas y tres Copas. Por cierto, aquel ejercicio de su debut como máximo responsable cedió ante la ACB vitoriana de Neven Spahija.
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Por la parte que nos corresponde no caben las dudas acerca del hábitat natural de Ivanovic junto a los humedales de Salburua: tres Ligas y otras tantas Copas después de triunfar en Friburgo y conseguir el triplete con el Limoges.
En aquella coincidencia como jefe y colaborador en el banquillo del Palau no acaban los paralelismos de ambos. Los dos han entrenado al Panathinaikos (dos Ligas y una Copa para Xavi y un campeonato del k.o. en la vitrina de Ivanovic) y tanto uno como el otro saben qué es dirigir en Rusia. El catalán adiestra al Zenit y el rival de hoy, su superior hace década y media, lo hizo con el Khimki en el extrarradio de Moscú. El reencuentro de esta tarde es una moneda al aire que ha de mostrar la cara azulgrana y esconder la cruz.
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