La angustia de las malas costumbres

La temporada es larga, pero perder dos de sus objetivos prioritarios –Copa del Rey y Euroliga– antes de cambiar de año sería demoledor para una afición que muestra su hastío en redes sociales, cuestiona la estructura y el nivel de la plantilla y que ya no acude en masa al Buesa Arena tras la pandemia. Un cambio de hábito del que se ha contagiado el equipo. Antes, temido en toda Europa por su alma contestataria e inconformista y esta temporada, retraído cada vez que se aloja lejos del pabellón de Zurbano.

El Baskonia ha disputado esta temporada catorce partidos como visitante y solo ha ganado tres. Valencia y Barcelona en la ACB, con total merecimiento, y en Berlín, el 14 octubre, cuando estuvo cerca de dilapidar una ventaja de 23 puntos. El resto, los otros nueve encuentros, todo derrotas. La mayoría muy abultadas. Cada vez que pierde lejos de Vitoria en la Euroliga, lo hace por una media de 19 puntos. Una flagrante diferencia que se entiende mejor acompañado del promedio anotador: 64,1 puntos. El peor equipo en este apartado –el Zalgiris llega a los 66,8–. Con esos guarismos y sin una defensa descollante, ganar se convierte en misión imposible.

La distancia entre la antepenúltima posición en la que se encuentra la armada de Neven Spahija y la zona de play off en la tabla continental no es ni mucho menos insalvable. Disputadas dieciséis jornadas de la maratoniana fase regular, la escuadra azulgrana todavía evita descolgarse a pesar de su balance negativo de 11 derrotas y 5 victorias. A 'solo' tres del top-8. El año pasado, tras la jornada 22, estaba cuatro peldaños por debajo y acabó dependiendo de sí mismo en los últimos dos partidos tras una plausible remontada. Sin embargo, está obligado a resolver ese mal viajero que le hace incapaz de asaltar canchas ajenas. Al menos, para no descolgarse y que la Euroliga, tan sugerente siempre en el Buesa Arena, se convierta en un fastidio.

Tras reponer fuerzas ayer en el calor del hogar, se retoma la competición doméstica. Aunque no hay parada tranquila para el equipo que dirige Neven Spahija. La recta final de la primera vuelta liguera, a la que le restan cuatro partidos –tres fuera de casa–, es un examen de constancia para asegurarse una plaza en la Copa del Rey, un torneo de formato corto donde siempre es más fácil elevar las prestaciones una vez constatada su fragilidad como fondista.

El golpe encima de la mesa asestado hace dos semanas en el Palau deja a los azulgranas en buena posición. Clasificados virtualmente en octava posición y con un average positivo, importante por la igualdad existente desde el tercer puesto para abajo. Las aspiraciones coperas del Baskonia pasan por recuperar su fortaleza continental en la ACB, una exigencia menor.

Todo comenzará mañana en Sevilla, donde le recibirá el colista, un Coosur Real Betis sumido en una grave crisis de resultados con apenas dos triunfos. Por las canchas del Zaragoza y el Breogán, con la visita entre medias de los vecinos de Burgos, pasa el billete a la Copa. Cuestión de seriedad, vigor como visitante y carácter.