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Nos pasamos todo el curso anterior suspirando de envidia nada sana –es mentira que exista la buena– cuando los ogros que comen niños en la Euroliga mordían la zona del Baskonia a dentelladas. Escribo de esos ejemplares que encabeza Mathias Lessort, el hombre del saco ... que trabaja para el Panathinaikos y cobra sustanciosamente de él. Queríamos el nuestro, aunque sus colmillos no resultaran tan puntiagudos como los del pívot francés. Y el verano nos trajo a Donta Hall, un 'cinco' de los que viven en el segundo piso, como le gustaba decir al añorado Manel Comas.
Sabíamos que el interior a la sombra de Motiejunas infundía miedo en las cercanías de los tableros y que para medir su rango de tiro bastaba más o menos un metro. El club vitoriano compraba intimidación, vistas panorámicas desde encima del aro y seriedad. Pero la formidable actuación de Hall durante la ardua visita del Murcia, actual subcampeón de la ACB que apenas ha retocado su plantilla, supera con mucho las previsiones estivales.
Veintisiete puntos sin fallo salvo algún error desde la raya de los libres, nueve rebotes, dos tapones de los suyos y ¡doce! faltas recibidas. Una valoración sideral de 45 créditos después de meterse una minutada que ni la de quienes abrazan toda una pájara entera en una etapa montañosa del Tour.
Hay ocasiones como ayer, que a la contundencia de los números debe añadirse el mérito de sobreponerse a la adversidad. Porque Donta se recompuso del daño inicial que le infligía Birgander dentro de la zona azulgrana. Un rival de cuidado, desde luego, que dictaba la ley marcial la última campaña hasta lesionarse. Pues bien, el pívot estadounidense se alzó con grandeza para sellar uno de esos duelos que enmarcará en las paredes de su alma.
Hall se mostró frente al complicado bloque de Sito Alonso como mucho más que el ogro anunciado. Anotó muy por encima de lo previsto y parecía disponer de dobles en toda la cancha. Omnipresente y listo para adueñarse de la línea de fondo murciana. Generoso y egoísta, en el buen sentido, a la vez. Lo primero por su manera de ofrecerse en cortes y continuaciones. Lo segundo porque semejante actividad le deparó una estadística formidable.
De hecho, resulta imposible entender el trabajado triunfo sin Hall. Como tampoco al margen de un Baldwin necesitado de un partido así, de nuestro capitán y hombre-orquesta y de Moneke, que suma y multiplica incluso sin querer.
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