Los daños colaterales de las guerras

La última noticia en torno a la canasta refresca la memoria constantemente puesta a enfriar acerca de los conflictos bélicos y sus extensiones colaterales a las canchas. Muy significativo que Jordan Loyd viajara el martes con su equipo (Maccabi) a Montecarlo, le metiese 16 puntos a su anterior club y, al término del partido saldado con el triunfo local, eludiera el regreso para permanecer en Mónaco. A través de una nota de agradecimiento a la entidad israelí, el escolta escribe sobre el enorme riesgo personal y familiar de vivir en Tel Aviv como justificación de su retorno al conjunto del Principado, con el que competirá desde esta semana.

El baloncesto paga los desmanes políticos que degeneran en conflictos bélicos. Las hostilidades que matan afectan a dos clubes relevantes del máximo torneo continental. Las guerras contravienen la normalidad de CSKA y Maccabi, dos propietarios de la Euroliga, cofundadores del invento y dueños de licencias casi vitalicias. El equipo ruso alzó el último trofeo hace cinco años en Vitoria; el amarillo, una década en Milán.

La invasión de Ucrania apartó a las entonces tres entidades rusas del campeonato. Desde entonces, el CSKA viene a ser un socio de la multipropiedad inmobiliaria sin el derecho a su cuota de vacaciones en el apartamento con vistas al mar por el beligerante expansionismo de Putin. Y la respuesta desmedida e indiscriminada de Netanyahu al salvaje atentado de Hamás de octubre de 2023 extiende la geografía del horror entre dos bandos que se odian. ¿Consecuencias? El exilio del Maccabi en Belgrado, donde se oye el eco de la pelota al tocar la madera, y la consiguiente fuga de talentos de su plantel. Los clubes intentan sobreponerse, y prueba de ello es que el Maccabi ya ha encontrado en Saben Lee, sensación de las dos primeras jornadas de la Champions de la FIBA (39,5 puntos de media), el posible sustituto de Loyd.

Casi ni nos acordamos del CSKA en el mapa de la Euroliga. Este es el cuarto ejercicio consecutivo sin el viejo ejército rojo, donde vistieron su uniforme deportivo jugadores del más alto rango. Y observamos el goteo de bajas en el Maccabi como la respuesta lógica al temor humano que acarrea la severa inestabilidad. La fuga de Loyd retrotrae a las marchas veraniegas de baloncestistas tan relevantes como Wade Baldwin y Colson al Fenerbahce, Lorenzo Brown al Panathinaikos y de Nebo para acatar las órdenes de Messina en Milán. La diáspora en términos deportivos. En este caso a la capital serbia que alienta con gargantas incendiarias a Partizan y Estrella Roja y asiste a la ópera de la orquesta sinfónica de Tel Aviv.

Pérdida de visibilidad la del gigante dormido que es el CSKA desde la fiebre imperial de Putin; caída del diferencial en un Maccabi rebajado tras la marcha de elementos capitulares. Los efectos devastadores de unas guerras donde la gente que muere antes de tiempo jamás podrá asistir a los espectáculos deportivos de dos gigantes de la canasta. La degeneración (in)humana.