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Hay mucho más que un buen puñado de ingredientes y un buen cocinero en la elaboración de un buen plato, mucho más. Es evidente que estas partes esenciales han de ser de bastante buena calidad. Si no, serían irreconocibles. Ni que decir tiene que la ... experiencia y el conocimiento del cocinero ayudan a sacar el máximo provecho de aquellos productos, exprimir todo su sabor para que sean identificables. Por supuesto, es importante el entorno en el que se cocina y en el que, al mismo tiempo, se degusta el menú: una sala adecuada, una puesta en escena, un sentido, un día de la semana o uno del fin de semana.
Y sobre todo la personalidad de lo que es servido a un palmo de distancia, sobre la mesa. La personalidad y la identidad de eso que se te presenta, que degustas, tiene mucha más importancia que una materia prima bien tratada y una presentación que capte tu atención para ser disfrutada por los cinco sentidos. Huevos, patatas, aceite, cebolla, sal pueden ser los mismos ingredientes de unos platos que en función de cómo se interpreten pueden resultar una cosa u otra. En todos ellos hay una impronta identitaria, reconocible, que abre un camino a que en otros momentos sea posible generar esa misma sensación placentera, de disfrute, de presente y de futuro.
Valencia Basket sigue al encuentro de una identidad y una personalidad tras tantos cambios experimentados en estos últimos tiempos. Sucede habitualmente, no lo crea, porque cuando salen y entran jugadores con semejante frecuencia se va diluyendo ese estilo creado con el paso de los años. El equilibrio ideal entre proyecto y resultados acaba siendo minado, como esas pequeñas piedritas que acaban por desinflar la rueda de tu vehículo. Y entiendo, que conste, que se busque completar una plantilla con semejantes características para hacer de ella, primero, un equipo que mantenga siempre un listón alto de intensidad esté quien esté en el campo, y segundo, que entren las dudas, tanto a nivel externo como también a nivel interno sobre quién es o no titular. O más aún, quién se merece estar en el campo en los minutos de la verdad, que hoy en día es más importante que saberte el quinteto titular de carrerilla.
Tanto es así que la llegada de Pangos al base evidencia esta manera de entender un equipo y vuelve a emerger la cuestión de qué tipo de Valencia Basket se quiere encontrar en la pista. Jones es uno de los bases realmente 'top' de la Euroliga, físico imponente, con muy buenas lecturas del 1x1, capaz de dar el balón al compañero adecuado en el momento justo y con la garantía suficiente para generarse su propio tiro. Harper no era el sustituto directo, porque su juego resulta tan diferente que llegaba a cambiar la dinámica del equipo, siendo más un 'dos' que subía el balón y no ese base para dar un relevo de calidad a Jones. Jovic sí tiene ese perfil de calidad del base, pero la ausencia de uno u otro dejaba el puesto cojo ante rivales que sabían de esta debilidad estructural. Ha pasado también con la llegada de Anderson al puesto de alero, para equilibrar el rol que Ojeleye está desempeñando, junto también la ausencia de Claver últimamente.
En este camino hacia el basket físico que ha emprendido en estos últimos meses, le siguen entrando las dudas, y es que el problema no es tanto los 'quiénes' sino los 'cómo' y los 'qué'. Las respuestas, tanto en el campo como en el banquillo, siguen siendo las mismas: talento y saber qué hacer en cada momento. Y esto sigue aún sin resolverse del todo.
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