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Manolo Sarabia no pone ninguna pega cuando se le pregunta por si le importaría pelotear con un niño en un parque de Algorta para la sesión de fotos. Acepta encantado, juega con el chico, le quita el balón y se lo devuelve, luego charla con ... su padre -resulta que fue al colegio con su hijo Eder, en Escolapios- y empieza a hablar del fútbol. Le brillan los ojos al último campeón del Athletic, una leyenda con 382 partidos y 118 goles como rojiblanco, esperanzado en acabar por fin con una sequía de cuatro décadas. Él estuvo en la gabarra, vio a la gente subida en las grúas y los tejados, las dos orillas del ría «abarrotadas de gente», conoció el significado genuino de la palabra felicidad y quiere que las nuevas generaciones conozcan la fuerza de esta emoción. «Lo habrán visto en fotos y vídeos, que es muy bonito, pero hay que estar ahí. No se puede explicar con palabras, solo vivirlo». Sentado en un banco del parque, el gallartino reflexiona sobre el choque en La Cartuja, la importancia social del título y regresa al pasado para rememorar días gloriosos que le acompañarán mientras viva.
- ¿Cómo tiene el cuerpo de cara a la final?
- Tengo muy buenas sensaciones, las mismas que transmite el equipo. Está en un momento extraordinario. Creo que se dan las mejores circunstancias para jugar una final. Y no solo en lo futbolístico, sino también en lo mental. Quizás nuestro principal enemigo seamos nosotros mismos.
- Habla de la ansiedad.
- De la ansiedad y del exceso de responsabilidad. Pero estoy seguro de que Ernesto (Valverde) hará un buen trabajo a la hora de mentalizar la plantilla.
- ¿Es de los que están convencidos de que este es el año o desconfía hasta del utillero del Mallorca?
- Tengo mucha fe en el equipo, pero hay que tener en cuenta al rival. El Mallorca va a jugar con toda la libertad del mundo. ¡No tiene absolutamente nada que perder! Me llamó muchísimo la atención su eliminatoria contra la Real Sociedad. Cuando fueron a tirar los penaltis reían, cantaban, estaban felices. Haber llegado hasta allí era un premio para ellos. ¡Y la final es el no va más! Es un equipo aguerrido, solidario, compacto y con las ideas muy claras. Hace cuatro cosas, pero las cuatro las hace muy bien. Nosotros hemos demostrado precisamente que se puede ganar a cualquiera a un partido, aunque el rival sea mejor. En la última Copa que ganamos, el Barcelona era el favorito. Habíamos ganado dos Ligas, de acuerdo, pero ellos eran los favoritos porque tenían a Maradona y a Schuster. Pero nosotros estábamos convencidos de que podíamos ganar a cualquiera. Y este Athletic también se lo cree.
- 40 años sin ganar la Copa. Si se lo dicen cuando estaban en la gabarra en 1984...
- No lo hubiésemos creído. También es verdad que fuimos campeones de la Liga después de casi 30 años. Hubo entonces un momento en que pensé en mis ídolos, en el Chopo, Fidel Uriarte y Txetxu Rojo. Me di cuenta de que nunca llegaron a ganar una Liga. Cuando caí en ese detalle, me sentí triste. Hablamos de tres leyendas. En 1984 nos llevamos la Liga, la Copa y la Supercopa. Cómo íbamos a pensar en que tardaríamos tanto en... Pero luego, si lo analizas fríamente, hay que darle un mérito brutal al Athletic. Que estemos compitiendo así con nuestra filosofía, que hayamos jugado las finales que hemos jugado y que estemos con opciones de ganar una Copa... Es algo impresionante.
- ¿Con qué frecuencia regresa al pasado?
- Cuando surge. Lo vivo con mucha pasión y alegría. Es algo con lo que sueñas de niño pero no alcanzas a disfrutarlo del todo mientras lo celebras -los títulos-. Con el paso del tiempo es cuando lo engrandeces de verdad. Ya nos lo dijo Piru Gainza cuando ganamos la primera Liga en Las Palmas: 'Chavales, no sabéis lo que habéis hecho'.
- Tenía razón.
- Toda la razón. En aquel momento, cuando nos lo dijo, yo le contesté: 'Pero cómo no lo vamos a saber, somos campeones de Liga'. Pero entonces nos subimos a la gabarra y empezamos a surcar la ría. Vimos las dos orillas del Nervión abarrotadas de gente, las grúas de las fábricas, los trabajadores con buzos subidos en ellas. Mirabas al horizonte y veías a la gente en los tejados, en el mar. Eso no se puede explicar, solo vivir. No hay palabras suficientes en el diccionario para reflejar lo que sientes de verdad.
- ¿Son conscientes los jugadores de lo que vivirían si ganasen la Copa?
- No se lo pueden ni imaginar. Habrán oído hablar mucho de la gabarra, han visto vídeos, que es muy bonito, pero se trata de estar ahí. Ganar la Copa es muy importante, una satisfacción enorme, pero hay cosas que quizás tengan más importancia que el hecho de ganar. Lo que consigues ganando es hacer feliz a muchísima gente. Eso no se paga con nada. Nunca olvidaré los ojos de una señora cuando veníamos en el camión -tras ganar el título-, de una señora de 80 años. Igual nunca había ido a San Mamés, pero estaba sentada en una silla de ruedas al borde la carretera. Vi esos ojos y vi felicidad. Nos habían dado un ramo de flores poco antes y le dije a Pedro Aurtenetxe que se lo entregara a la señora. Aún hoy recuerdo los ojos de aquella mujer.
- Alguien dijo alguna vez que no hay nada más bonito que ser jugador de fútbol. ¿Está de acuerdo?
-Sí. Para mí, el fútbol ha sido mi vida. Es mi vida. Por lo único por lo que vendería mi alma al diablo sería por volver a jugar.
- ¿Ha llegado a soñar con que sigue jugando?
- Muchas veces. Sueño que estoy jugando y disfruto. Además, lo que sueño es la excelencia. No sueño cualquier cosa. No sueño con un partido en concreto, con una jugada, sino con cosas, con situaciones que he vivido y disfrutado.
- Lo echa de menos.
- Es la posibilidad de coger una pelota. Estamos hablando, pero si de repente pasa un balón por aquí -apunta con la mano- le dejaría e iría a por él. No tenga ninguna duda. Me pasó en uno de los primeros partidos como comentarista en el Canal+. Estábamos en la previa, fuera del campo, en un partido de la Champions del Valencia en Holanda. Estaban calentando, haciendo pases, y a uno se le fue el pase. La pelota pasó a unos tres metros de donde estábamos nosotros y....
- ... y fue a por ella.
- ¿Cómo? Tiré el micrófono y fui a por ella. Adolfo, que era mi compañero, se quedó como '¿pero qué hace este?'. Fue algo instintivo. En aquel momento, el balón era mi prioridad. Luego pensé y me dije: 'Menos mal que no estábamos en directo' (risas).
- ¿Le gusta más el fútbol de su época o el actual?
- Los grandes futbolistas lo serían en cualquier época de la historia del fútbol. Obviamente, el fútbol ha ido evolucionando. Los jugadores de ahora son auténticos atletas. El rendimiento que dan es enorme y los esfuerzos que hacen son brutales. Lo que pasa es que si a los futbolistas de nuestra época se les dieran las mismas facilidades y herramientas que hay ahora, yo diría que todo sería exactamente igual.
- ¿No era antes todo más auténtico?
- Probablemente. La pelota tenía mucha más importancia, lo que hacías con ella. Ahora también la tiene porque el balón forma parte del juego, pero vayamos al origen. Y cuando digo ir al origen me refiero a volver a los inicios, cuando te regalaban tu primera pelota y empezabas a hacer cosas con ella, jugabas tus primeros partidos con los amigos. Desafiabas a los del bloque de al lado. ¡Eso era lo importante! ¿Por qué? Porque por encima de todo estaba el balón. No necesitábamos árbitros porque nos arreglábamos entre nosotros. ¡Demasiado alta! Todo el mundo lo asumía. Lo relevante era la pelota. Ahora también, pero ha perdido protagonismo. Bueno, lo ha perdido según quién. Hay entrenadores que defienden el argumento de la pelota y es el fútbol que yo quiero ver.
- ¿Quiénes?
- Guardiola es el entrenador más importante en esta última etapa del mundo del fútbol. Lo de la pelota venía de Johan Cruyff, quien fue el que inició el camino hacia este fútbol. Y luego hay otros técnicos. Al final el objetivo de todo el mundo es ganar. Ahora bien, cada uno elige cómo quiere ganar, la forma de hacerlo. Hay quienes defienden la esencia del fútbol, que es la pelota, y otros que hacen otras cosas. También tienen su mérito e importancia.
- ¿El jugador disfrutaba de más libertad en su época? ¿No era tan esclavo de la pizarra como ahora?
- No cabe duda de que la táctica es muy importante hoy en día. Es un paso adelante dentro del juego. Pero no tengo la más mínima duda de que al final, dentro del orden y de la táctica, siempre tiene que haber esa parte de la libertad. Al fin y al cabo, el fútbol es un juego de toma de decisiones. Se trata de acertar, de tomar la mejor decisión y luego ejecutarla.
- Continúe.
- Una vez que tienes la pelota, lo que marca la diferencia son tres cosas. La primera, ver todas las posibilidades que tienes. Hay quien ve cuatro y quien ve ocho. El que ve ocho tiene más opciones porque ve mejor el fútbol. Luego, entre todas esas posibilidades, se trata de elegir la mejor. El que elige la mejor, es mejor futbolista. Y por último, una vez que hayas visto todas las posibilidades y elegido la mejor, hay que ejecutar. El que mejor ejecuta es el que cierra el círculo. Es el talento puro y el que marca la diferencia.
- ¿Y quién es el que marca la diferencia para usted? ¿Quién es el jugador que le seduce?
- Nico Williams está demostrando que tiene un futuro brutal. Es de los jugadores más desequilibrantes que hay en el fútbol mundial. Es atrevido, con calidad para manejar las dos piernas, tiene salida hacia los dos lados, frena, arranca, para, y todo ello siendo un chaval. Que nunca pierda ese atrevimiento y frescura. Es un jugador válido para cualquier tipo de sistema y equipo. Puede jugar de muchas maneras y en diferentes posiciones.
- Y le gusta la pelota.
- La quiere. En los momentos difíciles hay jugadores que aparecen y también los hay que desaparecen. Los que aparecen son los que tienen personalidad, seguridad en sí mismos y ayudan a los demás a seguirles.
- ¿Qué le diría el Sarabia de hoy al Sarabia campeón de 1984? ¿Qué consejo le daría?
- Lo único que le diría sería 'haz todo lo posible como siempre para disfrutar del fútbol y hacer que tu afición y todos los que siguen al equipo que tú quieres sean felices'.
- Es el último campeón rojiblanco. ¿Tiene ganas de dejar de serlo?
- ¡Sí! Tengo ganas por todos los que no han podido vivirlo, o los que se quedaron a medias. Ellos son los que tienen que vivirlo al máximo, al cien por cien, saber lo que supone ganar, ser campeón. Tienen que saber lo que es la explosión de la felicidad de toda una afición.
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