Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Tiene razón Valverde cuando dice que el Athletic hace una buena campaña cuando tiene opciones europeas en el último partido. Empató con dignidad en el Bernabéu y pudo ganar, pero la clasificación estaba en El Sadar. Tiene razón relativa cuando dice que los futbolistas son los mejores que puede haber, una forma indirecta de aceptar las limitaciones de la filosofía. Sin embargo, no la tiene al omitir al menos alguna autocrítica.
Algo habría que explicar respecto de las sucesivas derrotas medio inverosímiles cuando pocas veces se tendrá más a mano el objetivo expresamente trazado al comienzo de curso. Lo raro fue que Valverde confirmara la marcha de Íñigo Martínez en su penúltima rueda de prensa.
En su comparecencia anterior dijo que podrían llamarle la atención si decía algo que se saliera de su negociado. Algo parecido puede decirse de la directiva. Se comprende que convenga la discreción en determinados asuntos, pero el silencio sistemático sólo sirve para dar pábulo a las habladurías. La transparencia es una virtud democrática, no un problema. El silencio, la desconfianza hacia la prensa, que sigue siendo el cauce más serio de comunicación, contribuye indirectamente a la propagación de falsas noticias en las redes sociales.
Convendría algún ejercicio de autocrítica al respecto. Y que se explique, por ejemplo, si hubo o no propuesta de renovación a Íñigo Martínez y, en su caso, si se rechazaron 15 millones la temporada pasada. La teoría de Valverde sobre los mejores que pueden estar salta por los aires en casos como este.
A mí me sigue pareciendo bien que el Athletic sea un caso único en el fútbol mundial, sería una verdadera pena que cediera en eso, del tamaño de la desaparición de alguna especie hermosa y noble, como el elefante o el león. No voy a cambiar de opinión a estas alturas. Eso sí, que sea con las fronteras más elásticas. Por ejemplo, que puedan jugar los hijos de vascos que vivan fuera, como en el hipotético caso de Asensio si fuera asequible, o que trajeran a juveniles de cualquier parte del mundo para hacerles futbolistas y contribuir a su formación en el sentido más amplio.
El Athletic ha tenido mala suerte en proporciones increíbles en esta temporada. Recuérdense, sin ir más lejos, las derrotas ante el Sevilla y el Elche, el gol que anuló el árbitro ante el Barcelona, etc. Y ha perdido una de las oportunidades más baratas de entrar en Europa. Lo que no se le puede negar ha sido el esfuerzo en cada partido. Se suele hablar del mito de Sísifo, condenado por los dioses a subir a la montaña una gran piedra, que vuelve a caer una y otra vez, al modo de las aspiraciones humanas. «No hay castigo más terrible –escribió Albert Camus– que el trabajo inútil y sin esperanza». Pero escribió también, y no suele citarse, que el esfuerzo mismo por llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. «Hay que imaginarse a Sísifo dichoso», concluye en su ensayo. La afición del Athletic disfruta con unos cuantos buenos partidos y siempre espera más, cuesta arriba con la piedra.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.