Dejarse dos puntos en San Mamés el día del estreno liguero ante uno de los rivales más flojos del campeonato es, objetivamente, una decepción. En el caso del Athletic, sin embargo, el disgusto es relativo porque lo sucedido ante el Mallorca entraba dentro de lo ... probable. Partidos como el del domingo ha habido unos cuantos en los últimos tres años, de manera que no tiene sentido ni sorprenderse ni mucho menos rasgarse las vestiduras. La falta de gol está ahí, implacable, y suponer que, manteniendo a los mismos jugadores, iba a solucionarse de la noche a la mañana con la llegada de un nuevo entrenador era tan inocente y absurdo como seguir creyendo en los Reyes Magos con veinte años.
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La asignatura pendiente del gol, por el contrario, va a necesitar tiempo y, desde luego, muy buena mano por parte de Ernesto Valverde para poder aprobarse. No es exagerado decir que la línea entre el éxito y el fracaso del técnico rojiblanco se acabará definiendo a final de temporada en función de que sepa corregir ese déficit que lastra al equipo desde hace cinco años. En concreto, desde que la producción goleadora de Aduriz se desplomó hasta desaparecer ya con su retirada, un suceso de profundidad geológica que vino a coincidir, precisamente, con la marcha de Valverde al Barça.
Llegados a este punto, es necesaria una ración de datos para ponernos en la perspectiva correcta. En las cuatro campañas de su anterior etapa en el club, el equipo de Valverde, marcó sucesivamente en la Liga 66, 42 (el desgaste de la Champions y la singladura hasta la final de Copa influyeron en esa caída), 58 y 53. Es decir, una media de 51,5 goles por encuentro. La influencia de Aduriz en estas cifras fue decisiva. El delantero donostiarra marcó un total de 104 goles en esas cuatro temporadas, 26 por ejercicio, 17,5 en Liga. Hablamos de una de las mejores producciones goleadoras de un futbolista rojiblanco en toda la historia.
104goles marcó Aduriz en todas las competiciones en la anterior etapa de Valverde. A una media de 26 por temporada.
42,4goles es la pobre media de goles de los rojiblancos en Liga en las cinco últimas temporadas.
El contraste con lo sucedido en el último lustro es brutal: 41, 41, 41, 46 y 43. Estas son las cifras de goles de los rojiblancos en Liga desde la campaña 2017-18. No hace falta decir que revelan no ya una tendencia muy clara sino casi una condena. Sale una media de 42,4, un número realmente pobre que sólo un buen blindaje defensivo no convierte en muy peligrosa. Pensemos, sin ir más lejos, que el Granada y el Levante descendieron el pasado mes mayo con 44 y ¡51! goles a favor. Y un último dato para no cansar al lector o, lo que es peor, para no bajarle la moral recordándole cuestiones que ya sabe o, desde luego, intuye. Frente a los 26 goles por campaña de Aduriz en los cuatro años de Valverde, la cifra más alta conseguida por un futbolista rojiblanco fueron los 15 de Williams y Raúl García en las campañas 2018-19 y 2019-20, respectivamente.
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Si quiere acceder a Europa, objetivo declarado de forma oficial por el club en la solemne comparecencia conjunta de presidente, el entrenador y el capitán del pasado 10 de agosto, Ernesto Valverde va a tener que arreglar lo que no pudieron Ziganda, Berizzo, Garitano y Marcelino. Estos dos últimos lograron al menos aliviar el déficit del gol por la vía de la compensación. Gracias a un gran blindaje defensivo -el Athletic ha estado entre los cinco menos goleados las últimas cuatro temporadas-, el equipo ha competido e incluso ha estado muy cerca de Europa. Ahora bien, a nadie se le escapa que ese paso adelante que necesitan los rojiblancos para entrar en puestos europeos cinco años después pasa por mantener su coraza en la retaguardia pero elevando de una vez su producción goleadora, de forma que no se repitan tantas veces partidos como el del Mallorca en los que la desproporción entre remates y goles resulta sangrante.
Habrá que ver cómo actúa Txingurri, un técnico de clara vocación ofensiva. Hay algo, eso sí, que no podrá hacer por mucho que sea uno de los latiguillos más recurrentes de los entrenadores: el que consiste en asegurar, después de un partido en el que su equipo desperdicia un montón de oportunidades, que no hay que alarmarse porque lo importante es fabricarlas. Eso ya no vale en el Athletic. Está superado. Sabemos que el equipo es capaz de hacer muchas ocasiones -¡incluso en el Bernabéu!-, pero sus desperdicios le condenan.
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Txingurri, en fin, tiene que corregir esta inercia negativa y esmerarse para que su equipo sea muy profundo y, sobre todo, para que esté más iluminado de lo que acostumbra cada vez que se acerca al área rival. Intentar ampliar la nómina de goleadores con una idea de fútbol ofensivo que impregne a todos los jugadores -el domingo no estuvo mal que Berchiche y Vesga tuvieran las mejores ocasiones-, afinar mucho en las jugadas de estrategia, trabajar las finalizaciones en los entrenamientos, dar confianza a los jugadores que más la necesitan... A cualquiera se le ocurren estas medidas, claro está. Entre otras razones porque no hay otras. El secreto, por supuesto, reside en saber aplicarlas. Ahí está el gran reto de Ernesto Valverde.
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