Es obligado reconocer que si el Atlético hubiera estado más acertado o hubiese tenido más suerte en alguna de las claras ocasiones que tuvo en la segunda parte ahora estaríamos hablando de otra cosa. De la misma manera, también podríamos estar hablando de otra cosa ... si Reinildo hubiese sido expulsado en la acción del penalti y los colchoneros hubiesen jugado desde el minuto 24 con un hombre menos, algo que bien podría haber ocurrido. Sin embargo, darle vueltas a lo que pudo haber sido y no fue en un partido es un ejercicio inútil, generalmente propicio a la melancolía, que no lleva a ningún sitio.
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Es mucho mejor y más provechoso fijarse en lo que realmente sucedió. Y en el Metropolitano hubo cosas muy interesantes sobre las que conviene detenerse. El Athletic terminó con la portería a cero resistiendo con uñas y dientes el asedio del Atlético en la última media hora. Esto era algo que el equipo de Valverde no se había visto obligado a hacer en toda la temporada. Ningún equipo le había arrinconado de esa manera en el tramo final. Por otro lado, tampoco el Athletic había tenido un tesoro tan importante que defender pensando en un partido de vuelta. Pues bien, que los rojiblancos salieran indemnes de ese ejercicio asfixiante de contención hay que valorarlo como se merece. ¿O acaso podemos recordar muchos otros así?
La verdad es que no. Al Athletic nunca se le han dado bien los repliegues generales para defender panza arriba un gran resultado. Al revés, se le han dado bastante mal. Casi siempre ha terminado encajado algún gol, a veces más de uno. En estos los últimos años, además, los que los rojiblancos han llegado a encajar goles sin que su rival hiciera méritos reseñables, por errores gruesos, empanadas raras o pura fatalidad. Que lo consiguiera el miércoles, por tanto, supone un cambio muy positivo en una tendencia histórica. Nadie discute que los de Valverde tuvieron suerte. O que la tuvo mala el Atlético, que viene a ser lo mismo. Ahora bien, si algo han demostrado a lo largo de la historia los equipos especialistas amarrar marcadores propicios, entre ellos tantos italianos históricos o el propio Atlético de Simeone en sus años más blindados, es que la suerte defensiva también se trabaja. De ahí que ésta suela acompañar con mucha más frecuencia a los equipos que se dejan la piel en cada jugada, a los que no pierden ni a tiros el orden y la concentración, y compiten hasta el último aliento.
El Athletic está siendo uno de ellos esta temporada. Ya es sabido, y ofrecimos el dato tras el 4-0 al Mallorca, que los rojiblancos son el equipo de la Liga que más goles marca en su campo. Se trata de un dato asombroso. Si alguien nos lo dice hace siete meses hubiésemos pensado que estaba de broma. Pero resulta que hay otro dato igual de valioso y sorprendente teniendo en cuenta los negros augurios que se cernían el pasado verano sobre la retaguardia del Athletic con la marcha de Iñigo Martínez y luego con la lesión de Yeray. Resulta que el equipo de Valverde es el que menos goles ha encajado fuera de casa sumando Liga y Copa. Sólo ha recibido diez en quince partidos, en ocho de los cuales ha dejado la portería inmaculada. Le siguen en esa clasificación el Real Madrid y la Real con once.
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Las razones de esta gratísima sorpresa hay que buscarlas en dos causas que están entrelazadas: el progreso individual de los jugadores en su rendimiento y el progreso del colectivo en su manera de competir. Si hablamos de lo primero se puede hacer una valoración general sobre los catorce o quince futbolistas que más minutos acumulan: todos están mejor que la pasada temporada. Pero sería injusto no personalizar. Por ejemplo, en Aitor Paredes, que fue el más destacado en el Metropolitano. El central de Arrigorriaga ha pasado de ser el cuarto central de la plantilla, un futbolista de fondo de armario, sin demasiado porvenir aparente, a ganarse a pulso la titularidad que le llegó de rebote tras la marcha de Iñigo Martínez y la baja de Yeray.
Si hablamos del equipo, el progreso del trabajo defensivo se sustenta en una magnífica presión alta, cuya proa la pone un Guruzeta incansable. A partir de él, todos pican piedra. Futbolistas como Sancet o Nico Williams, de claro perfil ofensivo, se fajan bastante más sin balón que la temporada pasada. Y buenos peloteros como Ruiz de Galarreta o Beñat Prados resulta que son dos fieras a las que les resulta más difícil rehuir una pelea que a los Peaky Blinders.
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Las estadísticas de faltas, como todos sabemos, hay que manejarlas con cautela y siempre necesitan ser puestas en contexto. En ese sentido, que los rojiblancos doblasen en faltas a la tropa de Simeone (18 frente a 9) no dejó de ser una clara demostración de que este Athletic va a por todas y no se arruga ni en los escenarios más duros.
El primer paso para la final de La Cartuja ya está dado. Falta el segundo. Como bien advirtió Valverde, todo está abierto para el 29 de febrero. (Por cierto, será la primera vez en 125 años que el Athletic juega en esta fecha bisiesta, tan especial). Los colchoneros son muy peligrosos y llegarán a Bilbao no sólo sabiendo lo que se juegan sino con ánimo de revancha. Les dolió mucho el golpe al hígado del miércoles delante de su público. Ahora bien, el Athletic depende de sí mismo. Y no lo decimos por la ventaja que le da el gol de Berenguer. Lo decimos por sus prestaciones. Si mantiene su equilibrio defensa-ataque -los de Valverde, por cierto, tienen la tercera mejor diferencia de goles de la Liga (+21) solo por detrás del Madrid y el Girona-, el billete para La Cartuja será suyo.
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goles han encajado los rojiblancos en los 15 partidos que han jugado fuera de casa.
Aitor Paredes ejemplifica mejor que nadie el progreso de la retaguardia bilbaína esta temporada
es la diferencia de goles del Athletic en la Liga. Es la tercera mejor del campeonato.
Defenderse de un asedio nunca se le ha dado bien al Athletic, pero en el Metropolitano lo consiguió
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